“Grandes
éxitos de la Arquitectura Peruana” ha traído a nuestro medio el humor
inteligente y la crítica ácida y directa que hacía falta. Ocultos tras la
pantalla todos nos convertimos en críticos, empezamos a reírnos de nosotros
mismos y también a indignarnos. Por algo se empieza.
Don
Héctor Velarde me pide a través del feis que sea jurado de los “Premios
Goldenberry”. Longhi habla con los muertos, y yo estoy chateando con uno, así
que acepto de inmediato.
Entre
los finalistas observo no solo lo que se ha hecho, sino también lo que se dice
que se ha hecho, lo que se pretendía lograr y lo que se vende. Mi selección final
no tiene orden de (des)mérito. Son 5 obras que en conjunto intentan retratar
las miserias de nuestro mundito arquitectónico. Quizás no sean en si mismas lo
peor, pero sí lo representan.
Casa Palabritas – José Orrego
Las
pretendidas referencias a la arquitectura brasileña (curva = Niemeyer) y al
cine de Kubrick (acentos rojos = El Resplandor o 2001) se quedan en una continuidad
de las búsquedas proyectuales de Bembos, cadena que le da de comer a Metrópolis
en su incesante búsqueda de éxito comercial.
No
puedo imaginar personas habitando estas casas de playa tan
mírame-pero-no-me-toques, símbolos internacionales de la arquitectura peruana. La
web de esta “ofi” reza: “Nuestro compromiso es brindar un gran diseño que
ayude a mejorar la condición humana”, pero esta pobre familia está inhumanamente
condicionada a usar solo individuales rojos, toallas rojas y calzones rojos. Bien
por ellos, su cosa es mas bonita que la del vecino.
Ministerio de Educación – Alfonso De la Piedra
Esta
mala copia de un edificio mexicano del ´75 plantea que la Educación se
representa con una pila de libros gigante (aunque cerrados y tirados en la
calle). La metáfora se convierte en ironía al ver las pésimas condiciones en
que se encuentra su vecino inmediato, el
colegio 7083, donde enseñan a los niños a no copiar.
El
mojón es figureti (se ve de todas partes), falso (parece una maqueta), aislado
(no tiene nada que ver con el resto del conjunto arquitectónico ni con su entorno),
y triste (gris como los uniformes escolares). Gran retrato de lo que produce
nuestra pésima educación.
Remodelación BCP – V. Oid
Una muestra del travestismo que vienen sufriendo
muchos edificios de la zona financiera (lo del BBVA de Smirnoff es un
atentado).
“900 m2 de estructura led. Para accionar el movimiento de las luces es necesario que los transeúntes efectúen movimientos con sus manos sobre la pantalla táctil al frente de la torre, los cuales se reflejarán en la portada en una trama tridimensional”. Puro espectáculo que devela lo que es un banco: una fachada que engatusa a ciudadanos entendidos como consumistas.
VOID escribe que con esto plantean una reconciliación con la ciudad, una nueva vida urbana en Lima. El gerente anuncia un regalo para todos nosotros, para que podamos expresarnos. Me río. ¡Descarados!
Teatro Nacional – Alfonso De la Piedra
Arquitectura
al “servicio” del poder político. Alan quería un edificio que lo represente, y
lo logró: trafa en el proceso, exageración en las formas, ego colosal hasta
niveles irrisorios. Lo hizo su amigo de la Piedra (otra vez), robándole el
concurso al joven ganador Bernardo Aguilar. El teatro por dentro es tan falso
como por fuera. Un horror ético y estético.
Al
pasar por este “eje cultural” (la estación del Tren eléctrico también es una
copia, de un edificio de Koolhaas), esta cosa que chilla el lado del excelente
Museo de la Nación nos obliga a preguntarnos ¿qué la pasó al Perú en los
últimos 40 años? Duele.
Proyecto campus UTEC – Javier Artadi
La
universidad peruana es una muralla. Una que te protege dentro de un “mundo
feliz” (algunas privadas), una con la que te estrellas de cara (algunas pública)
o que te encierra en la ignorancia (muchas de las nuevas privadas). Pero la arquitectura
debería combatir estos problemas, no hacerles una alegoría como la de Artadi,
quien hace un murazo blanco para imponer su objeto a toda la ciudad, y porque a
el le gusta. El otro volumen tiene rombos, entonces es precolombino. Esa lógica
banal trata de imponer el minimalismo a una sociedad barroca y colorida.
Lo
triste es que el ganador del concurso, que se está construyendo, es otro
monstruo. Pobre Barranco. Primero el Metropolitano, y ahora esto.