martes, 24 de enero de 2023

PATRIMONIO ¿VIVO?

Por: Javier Vera Cubas
24.01.23


Ingrid Armas @ingrid612

El incendio de la Casa Marcionelli, en el Centro Histórico de Lima, es obviamente trágico y muy lamentable. A día de hoy parece estar claro que, contrario a la versión oficial del gobierno, que pretende criminalizar la protesta, el origen del mismo fue una bomba lacrimógena lanzada a la azotea por la misma policía. Los detalles y responsables, así como las respectivas sanciones y reparaciones, tendrán que especificarse tras la investigación pertinente.

Pero el tema que me motiva a hacer esta reflexión va por otro lado. En el marco del estallido social aun irresuelto, he visto, con estupor, que a no pocos limeños les ha causado más dolor e indignación la pérdida de este edificio que el asesinato de más de 50 compatriotas fuera de Lima. “No se metan con nuestro patrimonio”, levantan la voz, tras haber permanecido en silencio, muerto tras muerto. En este hecho subyacen, pienso, algunas de las razones de la crisis que atraviesa nuestro Centro Histórico, reflejo de la crisis estructural de nuestra sociedad, en la que un sector de la población parece preferir los muros a la vida de las personas que habitan entre ellos.

Al respecto, detengámonos en este texto ilustrativo del antropólogo Manuel Delgado y la geógrafa Nuria Benach (1):

Es por esa tarea que desempeñan como espacios naturales para la visibilización de las discordancias sociales, que los centros urbanos son siempre, por definición, centros históricos. No en el sentido de catalogados por especialistas como tales, sino, como se ha dicho, en el de que allí se amontonan los acaeceres más aparentemente triviales -aunque acaso no lo sean para quienes los viven-, pero también aquellos otros excepcionales que pueden hacer temblar una estructura social o un orden político y que, a veces, los transforman. En cuanto que son de verdad históricos, los centros urbanos están saturados de rastros en los que una sociedad encuentra las huellas de sus propios pasos, los que vinculan su pasado con su presente y a partir de los cuales se ensayan los futuros. Por ello, un centro urbano está siempre rebosante de memorias, entre ellas las de todas las beligerancias sociales que ha conocido y que de algún modo siguen ahí, impregnando las piedras y el ambiente. En ese sentido, bien podría decirse que las manifestaciones de descontento social en las calles serían un paradigma perfecto de lo que hoy se da en llamar “patrimonio inmaterial”, o “intangible”, aunque sea por su pertenencia a la misma familia de formalizaciones expresivas colectivas a las que pertenecen las fiestas populares, de las que no dejarían de constituir una variante. 


Aquellos “patrimonialistas” radicales, que suelen cuestionar la validez de las protestas sociales por el riesgo que suponen para la infraestructura urbana, creen que ciertos edificios son, pues, una envoltura bonita e importante, una escenografía bien diseñada a la que hay que ponerle una marca que obligue a protegerla. Y claro, nadie más los acompaña en su cruzada. ¡Porque lo patrimonial es (o tendría que ser) el habitar! Lo cual incluye, por supuesto, lo construido, pero no solo, pues la ciudad es tanto producto (físico) como proceso (social). Es decir, son los edificios y las calles, pero también la vida que estos albergan y que le dan sentido. La Plaza San Martín, por ejemplo, es patrimonio no solo por la preciosa obra de Piqueras Cotolí, sino también por la memoria de todas las manifestaciones políticas (esas que muchos alcaldes han intentado prohibir) en las que “la palabra no era la de los congregados en la plaza, sino de la propia plaza como reificación espacial de los sectores disconformes de la sociedad en su conjunto” (2).

En ese sentido, el edificio caído nos debe doler a todos, por supuesto, pero no solo por el daño (reparable) a los bellos muros que albergaron en los años 20 a la compañía minera de Marcionelli, sino sobre todo por la pérdida (irreparable) de la belleza del habitar de las decenas de personas y colectivos que hace unos días se quedaron en la calle debido a la brutalidad policial, como la Biblioteca Miguelina Acosta, y otros tantos que valoraríamos si tuviéramos la claridad de acercarnos a ellos para conocerlos, entender mejor a nuestra ciudad y a nosotros mismos, y así, entender y valorar de una buena vez lo que es el patrimonio. Que, si no está vivo, ¿quién lo va a cuidar y defender?

@perico_drone

Carlincatura del 22.01.23 @Carlín, La República

(1) Benach, N. y Delgado, M. (2022). Márgenes y umbrales. Revuelta y desorden en la colonización capitalista del espacio. Virus Editorial, p. 122-123
(2) Ídem, p. 124

viernes, 4 de noviembre de 2022

ENTREVISTA A ADOLFO CÓRDOVA. Al amigo, con cariño

 Por Javier Vera

Fotos de Eleazar Cuadros
17 de agosto del 2017





PRIMERA PARTE


Hace un par de años de esta entrevista a nuestro querido amigo y maestro Adolfo Córdova. Fuimos con mi socio y amigo Eleazar Cuadros, que hace mucho tiempo tenía ganas de hacerle unos retratos fotográficos. Yo había leído recién el libro de Elio Martuccelli “Conversaciones con Adolfo Córdova”, y me había encantado, porque sistematizaba muchas de las cosas que había escuchado conversando con Adolfo a lo largo de los años. De esos libros que a uno le hubiera gustado escribir. Pensé que en esta entrevista no tenía sentido repetir nada de lo ya contado por Elio, porque era imposible ponerlo de mejor manera. Entonces quise centrarme más en la persona, y no tanto en el arquitecto, aunque en el caso de Adolfo Córdova esta separación es casi imposible. Armé la entrevista a partir de una serie de anécdotas que le había escuchado contar, de las que habíamos aprendido mucho y con las que siempre nos había hecho reír.

Pensamos que teníamos que publicarla, como no por el día del maestro, y así pasaron 2 años. Y seguíamos en deuda. Así que en este día del maestro del 2019 lanzamos la primera parte, como una pequeñísima muestra del agradecimiento y admiración que sentimos por tantas lecciones de vida que hemos recibido del arquitecto Adolfo Córdova, que prefiere que lo reconozcamos como amigo antes que como maestro. Al amigo, con cariño.



Recogimos al arquitecto de su departamento en Los Cipreses, en su amada residencial San Felipe. Nos lleva a su cafetería favorita, donde dice que desayuna seguido. En el camino nos va contando su rutina, que le gusta caminar. Y que nunca deja de comprar el periódico. Que ahora solo compra La República. La Cafetería queda al lado de la placita que ha remodelado hace poco, y que ha vuelto a vivir. Siempre que hemos pasado por ahí me ha repetido, feliz, que siente mucho orgullo de esa obra.




Primera parte: Desayunando en una cafetería de San Felipe

Arquitecto, lo primero que me interesaba era… Entiendo que usted estudió becado, tanto en el colegio como en la universidad, y que fue a través de gestiones de su madre… Quisiera que nos hable un poco de su madre, de este hecho de estudiar con becas, y cómo es que ella conseguía este tipo de hazañas.

Tenía una habilidad especial para conseguir… Mi madre fue profesora de un instituto en Arequipa, el instituto Arévalo. Fue maestra de educación inicial, con mucha intuición… no creo que tuviera formación académica, pero tenía vocación de maestra, tanto que nos enseñó a mí y a mi hermana, en la casa, a leer y a escribir, antes de ir a (traen la comida: oye es enorme esto)

Pero el instituto Arévalo cerró, me parece que quebró, no sé, algo sucedió, entonces mi madre tuvo que buscar otra ocupación. Se presentó a la Singer, que buscada en Arequipa una persona para atender, vender las máquinas y además enseñar a usar las máquinas… pero mi madre no sabía. Fíjate la astucia de esta señora. Cuando se presenta a la entrevista se vendó la mano.

¿Se dobló la mano?

¡Se vendó! Se puso una venda en la mano, para que no le pidieran una demostración (risas). La entrevista parece que fue interesante, buena, y la tomaron. Entonces ella estudiaba en las noches lo que enseñaba al día siguiente. Se consiguió un manual de la propia Singer. Estudiaba en las noches lo que enseñaba. Y así fue que nos educó.

A mi me matriculó en la escuela normal, que era una escuela fiscal, de aplicación, donde los estudiantes de la universidad, ahí aprendían los profesores, practicaban en nosotros.

¿O sea los que estudiaban para profesores?

Los que estudiaban para profesores daban su clase modelo con nosotros (risas)

Entonces ahí yo tomé cierto interés en la enseñanza. Me imagino ¿no? Eso se acentuó después en Lima… Cuando mi madre se viene a Lima, el viaje era por barco.

¿Por barco de Arequipa a Lima?

Claro, no había carretera. Te estoy hablando de 1933-34, el gobierno de Benavides. ¡Fue sensacional ese viaje, una experiencia!

Que, ¿cuánto duraba?

Duró 3 días.

¿Y usted qué edad tenía ahí?

Yo tenía 8 años, 7-8 años. Fíjate nomas, en Mollendo no había muelle (risas). El barco paraba 500 metros adentro y había que ir en lancha. Para tomar la lancha había que bajar de una roca en una grúa. Nos bajaban a la lancha… ¡qué primitivo era esto!

¿O sea la grúa bajaba a las personas de la roca a la lancha?

Si. Una silla muy fuerte. Ahí se sentó mi madre, puso en sus rodillas a mi hermana, menor que yo, un año un año y medio, y yo parado en uno de los travesaños, en el otro otra persona, atrás otra persona, y la grúa recogía la silla y bajaba a la lancha, que se movía pues con un oleaje así… entonces tenía que encontrar el momento preciso (risas) en que el movimiento era para arriba y ahí depositarnos…. Toda una aventura, ¡increíble caray!

Bueno ese viaje lo hicimos porque mi madre vino acá a Lima un poco huyendo de Arequipa, a trabajar como ama de llaves en la casa de un tío, trabajo que duró poco. Pero curiosamente llegamos también, para la educación nuestra, a una Escuela Normal, esta vez de la Universidad Católica, que también tenía esta Escuela de Aplicación. Entonces ahí otra vez fue…o no. No. Estoy equivocándome. Llegamos al colegio La Salle de Lima. Ahí es donde mi madre consiguió media beca, no se cómo, habló con el director... Hice ahí el 3ero, el 4to d primaria. Terminado el 4to de primaria, La Salle se muda a su local, que era nuevecito, a la avenida Arica, ahí se muda La Salle y queda en ese mismo local, que queda muy cerca de la casa, a 200 300 metros, ahí queda la Escuela de Aplicación de la Católica, en donde hago el 5to de primaria. Era un Centro Escolar, # 416. Ahí no tuvo que hacer ninguna gestión porque era del Estado.

Esta experiencia termina en 5to de primaria, porque ya 1ero de media, los hermanos que eran los mismos de La Salle, que regentaban esto, abren 1ero de media, ya pagando, pero ¡mucho más barato que La Salle pues!, porque era la continuación del centro escolar. Ahí hago 1ero, 2do y 3ero de media.

Ósea una especia de sucursal de La Salle

A muy bajo precio, además seguramente mi madre lo consiguió con rebaja (risas).

El asunto es que solamente va eso hasta 3er de media, no pueden seguir. En 3ero éramos 13 alumnos, me acuerdo… no siguió. Entonces mi madre contenta con la enseñanza de La Salle, me lleva a La Salle de la avenida Arica, y ahí hago 4to y 5to de media. Ahí fue, ahí fue… para que veas, la criollada de mi madre. El director… yo me acuerdo clarito. Yo estaba aquí, al lado de mi madre, mi madre hablando con el director, y le pide pues una beca, una rebaja, una media beca, y se resistía el director… y mi madre mira sobre la cabeza del director, había un cuadro de San Juan Bautista de La Salle (risas) con sus alumnos ahí abrazándose. Mi madre le dice: Hermano, ¿cuánto le cobraría San Juan Bautista a estos chicos? (estallan risas). Lo conmovió al hombre (más risas). Me dieron media beca inmediatamente (mas risas)

¡Qué buena! ¿Y usted siempre era un alumno aplicado y con eso pedían beca, o ud. sentía, por tener beca, cierta obligación de ser aplicado?

No sé, las dos cosas, seguramente las dos cosas. Pero sí sentí que era discriminado ah. Era discriminado. Tanto que, al soltar esta media beca, el director me dio una misión. Tenia que pararme a la entrada, no fuera sino dentro del colegio, anotando a los que llegaran tarde

Ah ya le dio su tareíta extra

Con lo cual me hice pues de la antipatía sobre todo de los de 4to y 5to. Risas. Los hermanos Buse me odiaban. Los hermanos Buse eran los tenistas, los famosos tenistas. Tito Drago, el gran futbolista, y su hermano Pichirro. Siempre los anotaba a ellos. Tenía que anotarlos pero los dejaba pasar porque además yo era hincha de ellos. Entonces el cura rápidamente se dio cuenta que no valía la pena. Duró eso quizás 2 o 3 meses. Me dio una misión además antipatiquísima para los muchachos.

¿Y qué relación ha tenido ud. con su padre, arquitecto?

No conocí a mi padre. Mi padre murió cuando yo tenía un año. No conoció a mi hermana, mi madre quedó embarazada. Además, mi madre era madre soltera, no hubo matrimonio, y esa fue una de las cosas que creo que hizo huir a mi madre de Arequipa, porque había una sociedad muy cerrada. Incluso mi nacimiento no es en Arequipa mismo, no es en la casa familiar, es en Paucarpata, donde una tía.

¿En Paucarpata? Yo he vivido en Paucarpata cuando viví en Arequipa, en el año noventa, cuando todavía era chacra alrededor, pero ahora está ya completamente urbanizado.

Después viene la Escuela de Ingenieros, que era pagada. Carita era.

¿La Escuela de Ingenieros de la UNI se pagaba siendo nacional, o es que la carrera era cara?

¿Se pagaba matrícula?

Se pagaba matricula y se pagaba mensualidad. La gratuidad de la enseñanza fue mucho después. Ahí se pagaba.

Ahí di un examen, como dije en el grado, el examen mas duro de mi vida, ¡qué terrible examen de ingreso! Estudié duro. Pero ingresé, puesto 16. Ingresaron 100. En el examen ¿de qué fue? de geometría, ahí me caí, ahí saqué 6. No, ¡trigonometría! Me olvidé de la fórmula (risas), la suma de los términos de una serie, me olvidé de la fórmula, ahora si me la se: lq-a/q-1 (risas)

Yo vuelvo a postular y no ingreso…

Entonces después del examen había también examen oral. Me tocó Héctor Velarde, me examinó. ¿Qué le pasó en trigonometría? me dijo. Me olvidé de la fórmula, pero ya me la sé. Bueno, y me aprobó, el asunto es que una vez que resulté aprobado, mi madre se fue a hablar con Héctor Velarde, para que me recomiende y me den beca

Y me dieron beca.

Y le dieron beca.

A ver, vamos a ir dando unos saltos, idas y vueltas en el tiempo.

Es sobre la famosa caricatura que usted hace de “El Harterrorismo y el amor”.

Bueno, yo me imagino, en El Comercio, siendo Hart Terre quien era, eso habrá sido un escándalo. Ud. cuando hizo esa caricatura, ¿fue inocentemente que se dio ese escándalo, o ud. sabía lo que iba a pasar al publicar esa caricatura?

Intuía. Sucede que yo y Eduardo Neyra éramos los ayudantes de Cartucho en la edición de la página. Todos los jueves a las 8.30 de la mañana yo estaba en El Comercio, en los talleres ahí, con los linotipos, para apoyar a Cartucho, colaborando, haciendo los dibujos. Eso era desde las 8.30 de la mañana hasta la 1.00. A la 1.00 entraba en prensa la edición.

Cartucho viajaba de todas maneras una vez al año a Europa. Entonces en uno de sus viajes, él nos deja a Neyra y a mí, en uno de sus viajes fue que aprovechamos.

Ah ya ¿fue sin consentimiento de Cartucho?

Sin consentimiento. Cartucho no estaba. (risas) Estaba en Europa gozando de París. Y con Neyra, a mí se me ocurrió la caricatura, era una crítica en realidad a la Plaza de Armas, a la ventana ciega, y se me ocurrió ver ahí a Romeo que se equivocaba de ventana. Nos reímos mucho con Neyra. La ponemos o no la ponemos, la ponemos o no la ponemos. Dudamos mucho (risas) Hasta que… ¡la ponemos! También… Hart Terré nos había maltratado. Cuando sale la Agrupación Espacio, nos acusó de querer figurar. Jóvenes arquitectos… “joven y festivo dibujante” me llamaba a mí. Entonces no nos queríamos mucho.

¿El era profesor también?

No, no era profesor porque, no sé por qué razón, se odiaba con Marquina. Hart Terré era un investigador, se metía a las parroquias, se robaba documentos, y eso no le gustaba a Marquina (risas) arrancaba páginas…

¿Y cuál fue la reacción en general del status quo de la arquitectura ante ese hecho?

El Comercio dejó de publicar la página.

Ah ahí se cerró…

Como un mes no se publicó. Claro, Cartucho tuvo que hacer toda una gestión con su padre, y jurar que no nos iba a dejar nunca solos (risas).

“Nunca más me voy a París”.

Lo terrible fue, en el siguiente almuerzo, la sociedad de arquitectos, éramos pues 70 mimebros a lo mucho, éramos poquitos, almorzábamos mensualmente en La Cabaña, eran las asambleas…

¿En la Cabañita del Parque de la Reserva?

Claro, en el almuerzo siguiente o un poco más adelante de la caricatura, Morales Maquiavelo que era un desgraciado, me jala y me dice ven, ven, ven… ¡el arquitecto Hart Terré! Me puso frente a él ¡caray! Yo no supe qué hacer. No me acuerdo como terminó eso, pero fue bochornoso.

¿Y eso considera usted que le generó problemas, a nivel profesional?

No, más que eso no. La gente se reía. Después de todo era una broma ¿no?. Un poco fuerte…

El otro tema que me interesa es sobre los viajes…



SEGUNDA PARTE


 


La conversación fluye, amena, mientras desayunamos pan con chicharrón.

Hasta aquí hemos hablado de su infancia, su madre, sus estudios, y sus primeras travesuras con la Agrupación Espacio (ver primera parte de esta entrevista). Continuamos hasta terminar de comer, avanzando lento, y nos quedamos un rato más. Luego, para la tercera parte, iríamos a su departamento en Los Cipreses.


Segunda parte: Continúa el desayuno en la cafetería.
 
El otro tema que me interesa es sobre los viajes… Hay el famoso viaje a Cusco, está documentado, se ha hablado mucho de la carta que escriben, etc. Pero usted me ha contado otra vez sobre su viaje a Europa, que creo que no muchos lo conocen. Este viaje que Belaunde creo le consiguió una beca para ir a estudiar la vivienda moderna, y me ha contado que vendió su Volkswagen y se compró allá otro, y que después se fue a pasear con Ciriani, que dormía en el auto, que dejó a su familia acá… ¿Puede contar un poco sobre ese viaje, y sobre los viajes en general en su vida?

Bueno, sobre ese viaje primero ¿ya?

Primero, Belaúnde no me consiguió ninguna beca. La beca me la consiguió mi mujer (risas). Una conspiración a mis espaldas de Rosalía de Matos y Matos. Ellos habían estado ya en Europa, entonces consideraban que yo tenía que ir, y me consiguieron la beca del gobierno francés. Ellos la consiguieron. Yo me encontré con que ya estaba la beca. ¡Bestial! A comunicar a la facultad…
 
¿En qué estaba trabajando usted en ese entonces?
 
En la oficina. Huancavelica 470 oficina 409 (risas).
 
Lo que hace Belaúnde, muy generoso, es darme año sabático. Eso, eso me… sino no podía ir. Entonces Wagner, que era el secretario, cobraba mi sueldo y se lo llevaba a mi hermana, que quedó a cargo de mis hijas. ¡Dejé a 5 hijas! ¡1 año!
 
¡5 hijas!
 
Qué tal atrevimiento era, realmente. ¡5 hijas!, durante 1 año, exactamente 1 año, de noviembre a noviembre. Se quedaron con mi hermana.
 
Quedaron con su hermana porque usted se fue con su mujer.
 
Yo me fui con mi mujer.
 
Y se quedaron las 5 hijas con su hermana. ¿Con Carmen?
 
No, no, mi hermana Beatriz. Carmen es una hermana muy posterior. Quince años después.
 
Y entonces yo ya tenía mi carrito acá, lo vendí para el viaje, y me compré otro allá con la misma plata. No era Volkswagen, sino Peugeot. Estaba en la puerta del hotel, nos alojamos en un hotel, el hotel Bety, en donde estaba Vargas Llosa.
 
Perdón, en Paris.
 
En París. Fui recomendado por Oquendo, que era mi amigo y amigo de Vargas Llosa, me mandó al hotel donde estaba Vargas Llosa, ahí nos alojamos. Y mi Peugeot en la puerta del hotel, porque no era necesario en la ciudad, el metro era extraordinario. Era para los domingos, salir a los alrededores, y después cuando terminó la beca para darme la vuelta a toda España y a todo Italia, durmiendo en campamentos, o sea sin pagar hotel ¿no?, porque era mucho más barato, se pagaba nomas una miseria, dormíamos en el carro.
 
Que son espacios de camping preparados para que la gente venga a dormir ahí en el carro.
 
Preparados, con sus servicios higiénicos, estupendo.
 
Y ahí terminó de conocer…
 
Ahí conocí prácticamente toda España y toda Italia, hasta Roma, no llegamos a Nápoles.
 
Y en ese viaje se encontró también con Ciriani.
 
En ese viaje no me encontré con Ciriani ah.
 
Me contó una vez que se encontró en alguna oportunidad con Ciriani y que lo llevó en su carro a ver todas las obras de Le Corbusier.
 
Eso fue en otro viaje, eso fue en un viaje ya del Colegio, cuando fui a un evento que se produjo en París, de la Unión Internacional de Arquitectos. Ahí me encontré con Ciriani, en el 65. Este viaje fue en el 60, el viaje de la beca. Ahí me encontré con Miguel Llona y con Oswaldo Núñez, que estaban allá.
 
Hermoso viaje. Fue en realidad nuestra luna de miel, un año los dos solos ahí. Y con la comunicación tan difícil que era en ese entonces, eran cartas q se demoraban 4-5 días. El teléfono era carísimo.
 
Bueno, usted con 93 años acaba de regresar de un viaje a La Plata. La importancia en su vida de los viajes, o en general, ¿cuán importante es viajar, no? Conocer otras ciudades…
 
Claro. Ese fue el gran viaje. Porque el otro fue a Cusco, el viaje ya como estudiantes ¿no?, que fuimos a Cusco, primero a Cajamarca en 3er año, y luego a Cusco en 4to año, pagado por la Escuela, pagado por la Escuela.
 
Y ahora que reparo, los viajes gratis ah, todos han sido gratis. Este también ha sido gratis, ¡todo pagado! Este de Buenos Aires, ¡todo pagado!, con esposa.
 
Ah ahora ha ido con su esposa.
 
Si, sino yo no puedo viajar, me da miedo viajar solo.
 
Y tengo entendido que usted ya trabajando con Matos Mar hizo muchos viajes al interior del país.
 
Un viaje.
 
Un viaje.
 
Un viaje crucial también, el viaje a Huarochirí. Una semana en Huarochirí, durmiendo en el suelo en un colegio. En equipo, un equipo polivalente. Con un pintor, Joan Pereira, con filósofos, Augusto Salazar Bondy y su mujer.
 
“Un filósofo”… Salazar Bondy  (risas)
 
Quién más… el doctor Neyra, que se vacunó a toda la comunidad de Huarochirí. Fuimos 8 días, lindo viaje, que nos transformó. Ahí, de la Agrupación Espacio, ahí pasamos al social progresismo.
 
Ajá, ese viaje fue decisivo para el cambio.
 
Ese viaje. Crucial. Porque viajó también un economista, ¿cómo se llamaba? caracho, ya me olvidé. Vimos los problemas. Yo las casas, vi cómo vivía la gente, dibujé mucho. Con Proaño, Guillermo Proaño, Eduardo Neyra, el dr. Neyra que vio el problema de la salud, el pintor Joao Pereira se hizo un lindo mural con los alumnos en la escuela… hicimos tareas ahí, no planeadas ah, salieron. Fiestas Patrias, en las vacaciones de Fiestas Patrias.
 
Esos son los viajes que te cambian.
 
Su relación con Matos Mar. Usted además le ha hecho su casa, y su esposa, Rosalía, que hasta ahora trabaja con ella porque es creo la que le revisa la corrección de estilo de sus libros ¿no?
 
Si si si, esta tarde voy (risas)
 
¿Cómo es esa relación?, porque ustedes han hecho el Informe de la Vivienda… esta relación de usted con Matos, por un lado, pensando en los problemas del país, y por otro lado haciéndole su casa. Ese cambio de escala… ¿cómo es trabajar pensando en el Perú por un lado y por otro lado pensando en la vivienda de este personaje?
 
Bueno, con Matos, no recuerdo bien cómo se inicia la relación. Pero sí que él se acerca a la Agrupación Espacio. En la Agrupación Espacio es que conocemos a Matos, y ahí es donde Matos nos habla de las comunidades indígenas, que para nosotros era absolutamente desconocido. Él nos habla de “el otro Perú”, “el otro Perú”, “tienen que conocer el otro Perú”, y de ahí es que armamos el viaje a Huarochirí después. 
 
Ahí conocimos a Matos, se van ellos a Europa, regresan y son contratados en Venezuela, y tienen ahí una estadía de 2-3 años, la pareja, y Matos trabajaba en una, no sé bien para qué institución… el asunto es que gana plata ahí, y ahorra. Se vienen acá, se arma mi viaje, yo me voy el año 60, regreso el 61, y al regresar, en barco también, en el Reina del Mar, paramos en Caracas, y ahí retomo la relación y me dicen: “estamos ahorrando, cuando lleguemos el próximo año, nos haces una casa”.
 
Estando allá le habían avisado ya.
 
Se planeó ahí. Entonces cuando llegan, les hago la casa pues (risas) 61-62, de esa época es la casa. 62 más o menos, Tengo todos los planos oye. ¡Planeada al detalle ah! Tú las has visto pues.
 
¡Si claro! ¿Y cómo ha sido esta casa? O sea, un año antes ya sabían que se iba a hacer y todo, pero después usted me ha comentado que fue una casa que se tuvo que ejecutar muy rápido ¿no? Me comentó que la idea del diseño, que era una estructura gruesa que estaba llena de muebles que se podían hacer muy rápido, tenía que ver algo con el tiempo de ejecución.
 
Si si si si. Bueno se hizo muy rápido porque estaban con la plata ahí, habían traído su dinero de Caracas, en esa época pues era un país rico ¿no?
 
Cuando usted ha sido decano de la facultad, se hizo el Taller de Asistencia Técnica, se hizo el Estudio de los Colegios creo ¿no? El levantamiento de colegios…
 
El Estudio de los Colegios, pero eso no fue cuando fui decano, eso fue bastante antes, eso fue cuando Belaúnde gana la elección del 63, ¡del 63!
 
Y eso lo hace usted como profesor.
 
Claro, claro, eso lo dirijo como profesor. Lo dirijo porque yo era el secretario de estudios, y Belaúnde apenas gana la elección, antes de tomar el poder, fue a la facultad a plantear el problema: “Yo quiero dedicarme a mejorar las escuelas en mi gobierno, así que quiero saber su estado, su situación. Entonces, propongo que la facultad haga un estudio de la situación de las escuelas. Lo que sí, quiero rápido, 6 meses, los 6 primeros meses”. Belaúnde era así, apasionado. Entonces, toma el poder, y dio plata. No sé de dónde sacaría plata, y le dio a la facultad para que arme la investigación.
 
Entonces Agurto, que era el decano, me sopló la pluma pues (risas). Yo era secretario de estudios y tenía a mi cargo un equipo de profesores. Ahí estaba Llona, estaba García Bryce, estaba Perez León, Pimentel. Había un buen equipito ahí de profesores que se encargaban de atender a los alumnos para los problemas de investigación, una especie de tutores. La secretaría de estudios… la cafetería de estudios… (ríe)… ahí hay una anécdota.
 
Richard Wagner, secretario de Belaúnde, secretario eterno además de la facultad, era muy formalista. Le disgustaba que nosotros, los profesores de la secretaria de estudios, fuéramos a conversar con los alumnos en la cafetería, que era más bien una manera de entrar en confianza pues ¿no? Entonces alguien preguntó por mí creo, y Wagner: “debe estar en la cafetería de estudios”. (risas)
 
¿Nos puede hablar un poquito más de Belaúnde? Porque todos conocemos pues al personaje público Belaúnde ¿no?, pero usted ha conocido también a Belaúnde como persona, a través de su función política, como arquitecto... ¿qué opinión tiene usted sobre Belaúnde en estos diferentes aspectos?
 
Bueno, yo tengo una opinión sobre Belaúnde, y una relación con Belaúnde, que desconocen sus partidarios. Sus partidarios no me quieren, no me quieren.
 
Sus correligionarios…
 
Sus correligionarios. No me quieren porque… yo también era un poco fregado pues, reconozco (risas).
 
Bueno, yo tenía con Belaúnde algunos encontrones, porque Belaúnde era muy considerado, muy político siempre, muy político. Fíjate una anécdota, que la he contado varias veces. Con Unger. Estábamos de jurado Belaúnde, yo, Bianco y Morales Maquiavelo, entrevistando a los alumnos que ya terminaban, se graduaban, poniéndoles su nota final a los alumnos de 5to año. De repente yo, como secretario de estudios, yo tenía toda la documentación. Entonces iba viendo quién venía, fulano de tal, su historia académica… Se presenta Unger, Tomás Unger
 
¿El científico?
 
El científico, el arquitecto científico. Yo le digo a Belaúnde, que era el presidente del jurado pues, no podemos entrevistar a Unger le digo, ¡debe un curso! “¿Qué curso?” ¡Física! (risas) No puede dar este examen. “No hombre” dice “¿cómo no va a poder?” Está desaprobado. “Si, pero el examen sustitutorio es dentro de una semana”. Si, pero todavía no ha sido pues. “No, pero lo va a aprobar seguramente”. ¿Y si no lo aprueba? “¡Pero no sea usted así Córdova!”
 
El problema era que a la semana siguiente era la fiesta de los graduados, con los padres de los graduados, y el padre de Unger era decano de…
 
¿De ciencias?
 
No de ciencias, sino de mecánica. “¿Qué va a decir su padre?”. Lo siento pues don Fernando, pero no puede dar este examen, me opongo. Levantamos la sesión, ya era las 12, 12-12.30, en la tarde nos reunimos de nuevo. “Por favor acompáñeme a mi oficina”. A tratar de convencerme que deje de ser tan formalista. Bueno, le dije, don Fernando, le doy una solución. Usted me ha nombrado en este jurado. Desnómbreme, nombre a otro. “No, cómo voy a hacer eso, sería ofenderlo a usted. Pero por favor, sea usted. consecuente, cómo va a ser, este muchacho es inteligente, no lo van a desaprobar”. ¡No tiene nota! Finalmente le dije: mire don Fernando, yo no quiero hacerle problemas a usted, a la tarde me voy a enfermar, de hecho, ya me está doliendo la cabeza. Así que me voy a mi casa. Y me fui a mi casa, y lo aprobaron pues.
 
Ah lo aprobaron al final.
 
Ese era Belaúnde. Y ese era yo también (risas)
 
¿Y como presidente qué opinión tiene?
 
Ah bueno, pero también tenía pues ese tipo de cosas. Primero como decano reelecto, poco después de eso, había elecciones, ya Belaúnde había sido, reemplazando a Marquina, había repetido el plato, era la tercera vez que se presentaba, creo que a decano. Ya había sucedido la transformación en la universidad, me parece, no estoy muy seguro, pero el asunto es que se iba a votación de nuevo. Yo, pensaba que era demasiado un tercer o cuarto periodo de Belaúnde. Además, Belaúnde no había hecho ninguna transformación especial en la enseñanza, y con Cartucho habíamos hablado de que estaba cojeando el área técnica, y que entonces podíamos pensar en otro candidato del área técnica, y nuestro candidato fue Morales Maquiavelo, constructor, que enseñaba construcción, y excelente profesor. Entonces auspiciamos la candidatura de Morales.
 
El día de la elección, Belaúnde, que sabía de esto, en lugar de citar en un aula, que era siempre en la primera aula, bajando la escalerita la primera aula, ahí se reunía el consejo de facultad, claro éramos 18-19, mas 6 alumnos, el aula era suficiente. Pero Belaúnde convocó en el auditorio, e invitó a los alumnos. Ya el político pues no. ¡El público! A las 10 de la mañana era la citación, a las 10 y media no invitaban a pasar, estábamos en el hall ese de las columnas, esperando, conversando, qué sucede, no invitaban y no invitaban, en eso aparece, llega en auto Ortiz de Zevallos con Dorich.
 
Luis…
 
Luis Ortiz de Zevallos. Entran presurosos al decanato, que estaba ahí mismo pues ¿no?, y entonces… han estado esperando estos, para tener más votos. Esa fue nuestra deducción. Y efectivamente había sido así. Resulta que Dorich había estado en Arequipa y recién llegaba, y Ortiz de Zevallos fue a recogerlo al aeropuerto. Pero tampoco se producía la sesión, entonces, en una de esas, sale Wagner y llama a Morales, nuestro candidato. “El arquitecto Belaúnde, el decano, lo necesita”. Entró Morales, un cuarto de hora de conversación ¿Qué pasa? Y sale. Se viene donde mí, donde Cartucho, que éramos los auspiciadores principales… “Retiro mi candidatura”.
 
¿Qué?
 
¿Qué pasa? “Fernando me ha convencido” (risas). “Fernando me ha convencido. Yo les aseguro que Fernando va a ser presidente de la república. Si, va a candidatear, y me ha pedido que lo apoye, y necesita el cargo de decano. Y yo lo voy a apoyar”.
 
¡Qué loco!
 
Así fue. (risas)
 
Lo miro a Cartucho y le digo, ¿un profesor nuestro presidente de la república? ¡Vamos a apoyarlo también! Pasamos la voz, pasamos la voz. A juntar por Belaúnde pues.
 
Y ahí todos con Belaúnde ya.
 
Todos con Belaúnde. Pero no todos ah. Aquí van mis discrepancias con López Soria, porque no están en las actas estas cosas. A votar, al auditórium, alumnos ahí, ya estaba los alumnos, preparaditos, ya los habían conversado. Oye, empiezan los votos. La pizarra, Wagner, muy belaundista, iba anotando: Belaúnde, Belaúnde, Belaúnde, en blanco, en blanco, Belaúnde, Belaúnde, en blanco, Belaúnde, en blanco … general Marín. ¡Un voto por el general Marín! Todos me miraron (silencio) ¡Me miraron!
 
Ah, ¡lo miraron a usted! (estallan risas)
 
¡A mí! ¡Yo había votado por Belaúnde! (más risas)
 
Bueno, 18 votos por Belaúnde, 3 o 4 en blanco, y 1 por el general Marín. El general Marín era el profesor de Defensa Nacional, era el último curso de Instrucción Militar, un excelente profesor ah, muy inteligente… Oye, pero cuando dijeron general Marín, la gran carcajada de todos.
 
Qué, broma de Córdova decían todos… (risas)
 
El voto de Córdova, un chiste de Córdova (risas). Además, para fregar a Belaúnde, porque no lo quiere. Oye, eso, hasta ahora, los belaundistas creen que fue mi culpa (risas). Eso fue un viernes. El lunes voy a la oficina, Huancavelica 470. A la media hora cae Mario Bianco, y me dice: “Estoy resentido contigo”. Por qué le digo. “No me has felicitado”. Por qué. “Por mi voto pues”.
 
(Estallan risas)
 
¿Tu votaste por el general Marín? “Yo voté por el general Marín, sí. Estaba tan tenso el ambiente que me pareció que había que romper con un chiste” (risas)
 
¡Qué buena, qué crack!
 
Mario Bianco votó por el general Marín para hacer una broma y romper la tensión. Al poco tiempo Mario Bianco fue condecorado con la Orden del Sol por Belaúnde (risas)
 
¿Pero Belaúnde supo de ese voto?
 
(mueve la cabeza, negando)
 
¡Qué buena! ¡Qué gracioso!
 
¿Pedimos la cuentita y seguimos después?
 
(Se sigue riendo) Eso no lo he contado ah, me he acordado…

 


TERCERA PARTE




Hemos terminado de desayunar y pedimos la cuenta. El arquitecto quiere poner para la “chanchita” pero no aceptamos, que el trato era que lo invitábamos. En la primera parte la conversación giró alrededor de su infancia y sus estudios. En la segunda nos contó muchas anécdotas de su vida profesional al lado de grandes personajes. Ahora continuamos en su departamento, con temas puntuales que tengo anotados en mi libretita, donde llevo el planteamiento de la entrevista que fui armando hace un tiempo, borrador sobre borrador. Vendrá una cuarta y última parte con algunas preguntas más y las reflexiones que me dejaron estas poco mas de 3 horas de reunión, de las cuales grabamos 2 horas de audio.
 
 
Complemento de la segunda parte: Antes de irnos de la cafetería.
 
AC: Un día en la sala de profesores entra Belaúnde, después de sus giras, él hacia sus giras los domingos, ¿cómo le ha ido ahí en la gira? le pregunto. “¡Ah muy bien!” me dice. “Oy, pero me sorprendió una cosa, felizmente que no había autoridades”. “En los discursos de calentamiento intervino...” ¿cómo se llama el escritor este, el de Redoble por Rancas? Este hombre de izquierda (se refiere a Manuel Scorza). “En su discurso de calentamiento este fulano me ha hecho quedar mal”, me dice, “¿cómo es posible, usted que es amigo dígale por favor…”
 
“Este hombre en su discurso, todo violento, y muy entusiasta pero, me ha hecho quedar mal caracho. Felizmente que no había autoridades”. ¿Qué cosa dijo? “Dijo: los tres poderes del Estado en el Perú, son: el ejército, la marina y la aviación” (risas). “Imagínese, como es posible. Dígale usted por favor que en otra ocasión no haga pues estas afirmaciones así, demagógicas”.
 
Y efectivamente yo lo encuentro a los pocos días a este hombre y le digo, mira lo que me dice Belaúnde caray, lo has asustado, no lo asustes así pues. ¿Cómo dices eso?. “¿Qué cosa?” Que dices que los tres poderes del estado son el ejército, la marina y la aviación. “Si pues, voy a corregir, tienes razón, voy a corregir, porque no, no, los tres poderes no son… la marina y la aviación no cuentan. Los tres poderes del estado son: infantería, caballería y artillería” (risas). ¡Peor pues! le digo.
 
JV: Peor!
 
Ay Caray
 
Intermedio: Caminando por San Felipe
 
Pagamos y nos vamos caminando. La verdad es que no me acuerdo lo que hablamos en el camino, pero por las fotos veo que íbamos entretenidos. Me parece que le iba contando que yo estudié en el colegio San Felipe y que me conocía “la resi” muy bien, que tenía amigos ahí, y que alguna vez viví en el Ágora (como se conoce al conjunto de edificios diseñados por Ciriani) en un sétimo piso con mis abuelos. Y él me explicaba que lo bueno que tiene San Felipe es la vida al ras del suelo, la calle que logró generar: los primeros pisos abiertos y dinámicos con jardines, los comercios, la peluquería, las cafeterías, los nidos. Que la clave de todo está ahí. Y yo recuerdo los escondites, trepándome a un árbol, el misterio de las calles elevadas, las salchipapas, las reuniones en las escaleritas…
 
El siguiente audio empieza con risas de don Adolfo. Seguro acababa de contarnos algo gracioso mientras revisábamos su biblioteca. En realidad, sus libros que están por todas partes. Siempre hay muchos en su mesa de centro. Y cuando vamos a visitarlo, lo normal es que comencemos comentando sobre algún libro que queda a la vista.
 
AC: ¿Tu querías el libro de Eupalinos dices, ¿no?
 
JV: Si, a ver si lo tiene a la mano.
 
A ver si tengo a la mano.
 
(se corta el audio)
 
Había uno muy bonito. Instrucciones para subir una escalera.
 
Ah sí, me lo pasó una vez.
 
De Cortázar.
 
Si
 
No lo encuentro caray. No me acuerdo en cuál era. Tengo que revisármelos todos.
 
Tercera parte: En la sala de su departamento




JV: A ver, seguimos. Esta es sobre los estudiantes. La Agrupación Espacio usted la hace siendo estudiante. Después, entiendo que usted forma el primer Centro de Estudiantes de Arquitectura que hay en el Perú.
 
AC: Si.
 
Cuando ha sido decano, el Taller de Asistencia Técnica tenía también un enfoque para los estudiantes. Entonces, quisiera saber esa preocupación que tiene usted por el rol del estudiante, más que del arquitecto quizás, el rol del estudiante. Para usted ¿cuál ha sido y cuál es ahora el rol del estudiante de arquitectura para con su facultad y para con el país?
 
Bueno, pero eso no depende tanto del estudiante como de la facultad misma ¿no? Que la enseñanza tenga un enfoque mirando al país. Y en ese sentido pues es que se creó el Taller de Asistencia Técnica, en ese sentido se hace el Estudio de la Encuesta Escolar, en ese sentido se hacen los Estudios de Vivienda Rural por ejemplo. La promoción 60 y 61 hace estudios de vivienda rural, por iniciativa de la secretaría de estudios, que logró, por ejemplo, que gente como Cooper se fuera al campo, a ver cómo vivía la gente. Y ahí se hacen estudios muy lindos. El que más me impresionó de esos estudios de vivienda rural fue uno que hizo Marussi. Ferruccio Marussi, profesor en la universidad Ricardo Palma. Hace poco, relativamente poco, bueno digamos 6-8 años, o 10, que hace un libro sobre la vivienda en la selva, que no es sino el recuerdo de lo que hizo en la facultad en los años 60. Lindo librito ah, “Las Malocas” se llama.
 
Ahora, eso por un lado institucional digamos ¿no? Que la facultad puede promover a través de investigaciones, de estudios, la participación de los alumnos en la realidad nacional.
 
Claro
 
Pero por otro lado hay también una actitud del estudiante, como cuando fue la Agrupación Espacio, que quizás usted ha buscado promover, una actitud de conciencia crítica, o de hasta cierto punto rebeldía, de juventud.
 
Si, si.
 
¿Cómo puede promoverse o encenderse un poco esa conciencia crítica en los alumnos?
 
O sea, usted lo ha intentado tratando que la facultad haga que los alumnos tengan contacto directo con la realidad, que la puedan ver directamente.
 
Por iniciativa digamos de arriba.
 
Claro. Pero en el caso de Espacio esa conciencia crítica no ha venido de arriba, de la facultad misma, ha sido una cosa que ha venido más bien de los alumnos.
 
Claro, claro, claro.
 
Entonces usted, siendo decano por ejemplo, ¿cómo intentaba promover que no sea solo la facultad formando, invitando, sino también que surja esa conciencia crítica en los alumnos?
 
Bueno, cuando yo era decano existía esa conciencia crítica en los alumnos. Existía. Tanto que yo tuve que frenar un poco (ríe) porque me rebasaban pues también.
 
Cuando usted era decano Figari era del Centro de Estudiantes ¿no? Que era bravísimo…
 
Figari era bravísimo. Y ahí tenía yo a Wagner todavía de secretario. No no, ya tenía a Américo Migone. Yo reemplacé a Wagner por Américo Migone que me resultó peor, en cuanto a formalista, en cuanto a respetuoso de la norma. Por ejemplo, los alumnos, con Figari, con Eliseo Guzmán, y con el caricaturista…
 
Carlín, Carlos Tovar.
 
Carlín. Habían pintado al Che Guevara. En el patio, la figura más importante en el Centro de Estudiantes, el Che Guevara inmenso (risas). Esa linda figura que hay del Che Guevara en blanco y negro.
 
Si si, la foto clásica.
 
Es clásica. Pero que Carlín le puso tres colores. Los tres colores básicos: el rojo, el azul y el amarillo. Oye, ¡qué bien puesto así estaba!
 
Bueno Américo Migone, mi secretario, un sábado por la mañana. ¡Fuich! Lo pintó de blanco todo.
 
¡Ah si! (risas)
 
Pucha … los alumnos por supuesto protestaron, yo también, le dije ¿qué has hecho?, ¿cómo es posible? “No, política aquí en la facultad, no puede ser”. Anda mira las otras facultades le digo, están todas pintarrajeadas de letreros. Al contrario, en nuestra facultad han hecho una cosa linda. A los alumnos que vinieron a protestar, tienen razón les dije, háganlo de nuevo.
 
Lo hicieron de nuevo por que además era lo único, no había ninguna pinta, ninguna frase en las paredes, nada. En las otras sí, pintas así sucias, desordenadas. Fue una época muy política dentro de la UNI pues, pero nuestra facultad, perfecta, limpiecita, con su Che Guevara (risas). Y Figari pues… les prohibió, no les dio el auditorio, hicieron asamblea general.  En ese momento, cuando estaba la asamblea en el patio, me llama por teléfono mi hija Eliana (Nani), que había ingresado a la Ricardo Palma, que funcionaba en un chalet me acuerdo. Me llama por teléfono y me dice, “papá, los alumnos acabamos de tomar la facultad” (risas). “¿Qué hago?” Cómo qué hago, le digo, yo estoy acá en problemas y tú me traes otros. Vete a la casa, le digo. Yo estaba… con Figari que me hacía…  (risas) Ay ay… Fue una época bien brava. Él tenía además a su novia pues, la… ¿cómo se llamaba?
 
¿La novia de Figari? Ah eso si no se ah.
 
Que era alumna también… ¡Armida! Armida Testino. Y los dos eran delegados en el Tercio. Un día estábamos en sesión del comité ejecutivo en mi oficina del decanato. García Bryce, ¿quién más?, creo que Cartucho, yo como decano, y los dos alumnos, Armida y Figari, la pareja. Estábamos en sesión, no sé qué discutíamos, qué problemas, el asunto es que Armida se indignó, no quiso, no estaba de acuerdo con lo que discutíamos, se fue. Abandonó la sesión, indignada. Figari se quedó. Pero al poco rato también se indignó (risas). Entonces también abandonó la sesión. Y la reflexión de García Bryce: “Figari pues, a nosotros, tiene que preferir a la Lucha Armida” (risas). ¡La Lucha Armida! (más risas). Tenía unas… un humorista así… británico.
 
Y hoy en día, bueno, usted sigue todavía en contacto con los alumnos. ¿Cómo ve a nivel general en arquitectura la situación de los alumnos en cuanto a esta consciencia crítica de la que hablamos?
 
Bueno se adormeció mucho tiempo ¿no? Ahora me parece que hay una inquietud que reaparece. Pero creo. No estoy muy cerca de la facultad pues, he estado más bien en el posgrado, donde la cosa es más tranquila, menos política, más profesional pues ¿no?
 
Claro, lo curioso es que ahora hay… UDEAL, todos estos grupos que están organizando las marchas, pero son todas iniciativas que no han sido promovidas institucionalmente, desde las facultades, sino que han surgido por fuera, en las redes.
 
Por fuera si, si.
 
Y la universidad está tardándose mucho en entender este potencial y en reflexionar sobre esto. Incluso hay muchas facultades que prohíben a los chicos ir a las marchas.
 
Pero no la nuestra no ¿no?
 
No no, la nuestra no, pero tampoco es que se promueva mucho esto.
 
¿Qué pena no?
 
Si. Ahora, para continuar con esta idea del estudiante. A mí me causa impresión la cantidad de persona que se refieren a usted como maestro, como El Maestro. Incluso, una vez se acuerda que yo le escribí un correo en que le decía que cómo me hubiera gustado ser su amigo en esos tiempos, ir a las discusiones, etc., pero que hora, ya bueno, que usted es mi maestro y tal, y usted me contesto “nada que maestro, somos ante todo patas”. Dejando claro siempre de su parte una idea de horizontalidad.
 
Claro claro, buscando un trato horizontal.
 
Después me ha contado, hace poco también, una anécdota de Inés Claux cuando era estudiante suya, que en un día del maestro, que yo le escribí también por el día del maestro, una anécdota, no sé si en una clase le regaló una manzana e hizo un discurso…
 
Si si.
 
Entonces quisiera que nos hable un poco sobre cuál es esa mirada que tiene usted de la relación maestro-alumno. Porque me parece que usted ha logrado esa horizontalidad, pero sin dejar que la gente lo vea como un maestro. Es usted un maestro al que la gente no mira hacia arriba sino un maestro-pata digamos. Cómo cree usted que ha podido construir eso, qué mirada tiene usted respecto a esto.
 
Bueno yo creo que ha sido… no ha sido artificial, me ha nacido el trato horizontal. Lo que te contaba, de conversar con los alumnos en la cafetería, no en la secretaría de estudios donde yo estoy en un escritorio, el otro está sentado al frente en inferioridad de condiciones, en una silla más dura generalmente, mientras yo estoy en una silla blandita. El trato amigable, pues, da confianza, y esa confianza significa una influencia en el alumno, pero también una respuesta del alumno hacia el profesor, también amigable.
 
Siempre que hemos hablado de esto, de estudiantes, usted siempre me ha mencionado a Inés Claux. ¿Nos puede contar un poco quién es Inés Claux? Alguna de estas anécdotas que me ha comentado, lo del poema, lo de la manzana, lo del Taller de Asistencia Técnica.
 
Bueno. Inés Claux, yo la descubrí pues en la facultad con ese tipo de gestos, el día que, medio en broma, el día del maestro, de hecho fue una broma ¿no?, lo de su manzana, me pronuncia un discurso. Me pareció encantador. Y ella es la que se hace cargo del Taller de Asistencia Técnica cuando Willly Bezold, que fue el organizador y nombrado como primer director, tuvo que dejar el taller, no me acuerdo por qué razón, creo que tomó un trabajo en el gobierno. El asunto es que Inés Claux se queda y asume la dirección, pero con modestia, con humildad, con un trato también horizontal con todos los estudiantes. Ella era estudiante de los últimos talleres ahí, pero consigue formar un equipo muy lindo. Que trabajaba… está dicho en el folletito ese del TAT. Consigue una colaboración y un cariño, así, extraordinario. Se amanecían, trabajaban ahí, solamente con el deseo de hacer bien, de trabajar para la comunidad. ¡Envidiable realmente! Y ese espíritu lo llevan cuando va el Taller al Pabellón Central… y ahí es pues cuando… peleo con Wakeham (ríe)… eso te he contado.
 
No no, a ver cuéntenos.
 
Eso fue terrible. Eso fue terrible…
 
Cuando yo era decano, se da la nueva ley universitaria, la de Velasco, que elimina las facultades. Crea los departamentos y las carreras. Las carreras podían tomar cursos de los distintos departamentos. Entonces… yo no termino el decanato. Yo soy el único decano que no ha terminado su periodo, me faltaron unos meses. Y al mismo tiempo se crea un cuerpo muy fuerte central en la universidad, con direcciones. Entonces Agurto, que era rector en ese momento, me pide que deje el programa de arquitectura y que vaya a ayudarlo al pabellón central como director de planificación.
 
Entonces hago eso, me voy al pabellón central como director de planificación, y al poco tiempo se vence el periodo de Agurto y convoca a elecciones (ríe). Ahí él procura más o menos dejar una candidatura que pudiera seguir su tarea, y en esa candidatura esta Solís, un ingeniero mecánico creo, y como vicerrector, Wakeham.
 
Un día conversando, cuando la candidatura estaba todavía elaborándose, y Solís en una reunión me pregunta, “¿Y qué tal este Wakeham, qué tal es como persona?, que lo quieren como vicerrector”. Y yo le digo, es excelente persona, buen profesional. A mi juicio tiene un defecto. “¿Qué defecto?” Es muy beato (lo dice susurrando).
 
(risas)
 
¿Y sabes lo que me contesta? “Ah entonces me voy a entender bien con él, porque yo soy diácono…” (risas) ¡Qué tal metida de pata la mía! (más risas)
 
Oye, con toda seguridad que le contó… porque cuando toma el poder… me dejaron como, por lo menos provisionalmente, como encargado de la secretaría de planificación, director de planificación, seguramente mientras buscaban algún reemplazo. Y ya estaba el Taller de Asistencia Técnica, y yo iba con frecuencia al TAT porque lo quería pues, era mi criatura. En ese momento había mucho movimiento político dentro de la universidad. Y un día, que iba por segunda o tercera vez, noto que Wakeham me sigue. Hasta que lo paro. ¿Qué pasa?, ¡me está usted siguiendo! (se rie). Y ahí me alegó que estaba yendo yo a promover la politiquería en el Taller de Asistencia Técnica. Oye me indignó tanto que lo rechacé pues, y casito nos agarramos en el pasadizo del rectorado. Me indignó. Me indignó, y como producto de eso renuncié. Tonto. No he debido renunciar, he debido pedir licencia… renuncié a todo, y no acabé mi periodo, no llegué a 30 años, por pelearme con Wakeham. Que me tenía jurada además porque, en la Agrupación Espacio, lo expulsamos (risas). Lo expulsamos pues, porque… hizo un conjunto de viviendas, con techo de tejas (más risas).
 
Qué, y juicio popular, y ¡juish!
 
¡Juicio popular! Parece que yo fui el fiscal…
 
Por hacer tejas…
 
Y ahí Agurto me puso como sobrenombre “Torquemada”.
 
¡Torquemada! (Risas). Pero esa especie de juicio ¿con él presente ahí?
 
Claro
 
¿Ah si? ¡Qué loco!
 
Expulsado de la Agrupación Espacio, y después acusado de beato, ¡imagínate! No me quería Wakeham. Así que me fui de la facultad. Me dio mucha pena después, porque dejé todos mis documentos oye, yo estaba… ahí en el pabellón central tenía un armario con todos mis documentos. Los abandoné. Ahí por ejemplo tenía todas las actas de un evento internacional que había hecho cuando fui decano, la CLEFA, la 4ta CLEFA: Congreso Latinoamericano de Estudiantes de Arquitectura, que se produjo ahí, con presencia de Belaúnde que era presidente. Tengo fotos de eso.
 
¿Ah si?
 
En el Convento de Santo Domingo inauguramos el evento ese, internacional, con facultades de toda américa, la 4ta CLEFA. Las actas las tenía. No hice el informe final, me quedé sin hacerlo. Eso me dolió mucho.
 
Bueno, hablando de esto de la Agrupación Espacio, yo me acuerdo la primera vez que lo vi a usted en una conferencia hablando de Espacio, fue contando justamente esta especie de juicio popular que le hacían a Wakeham.
 
¿Ah si? (ríe)
 
En La Cabaña justamente, el Parque de la Reserva. Si. Y yo, lo primero que pensé cuando escuché eso, porque yo era muy muy chico, recién había entrado creo, pensé ¡ala, qué fanáticos que eran! pensé. ¿Usted considera que la Agrupación Espacio llegaron a ser fanáticos?
 
¡Si! Si, si. Yo creo que sí. Tuvimos un… bueno… llegó a ser una especie fanatismo, una especie de religión. Estábamos capturados por la modernidad. Estábamos realmente… fíjate, mi anécdota con Malachowski también es en ese sentido. Te conté ¿no? La he contado varias veces.
 
Si si.
 
Cuando Malachowski me encarga hacer una casa en el Campo de Marte, para un alto personaje, que ni me acuerdo cómo se llamaba. Y me negué a hacerle fachada neocolonial que me pidió. (risas) Me negué pues. Hice la planta. “Hay que hacerle fachada neocolonial”. No, no, ¡eso yo no hago! (más risas) “¿Cómo no va usted hacer, si el cliente lo pide así?”. Lo siento, ¡va contra mis principios! “Bueno, entonces la hago yo pues”, me dijo. Malachowski. “Usted va a perder muchos clientes, usted va a tener mala suerte”. Lo siento.
 
¿Y al final él hizo la fachada sobre la planta que usted había hecho?
 
Claro, sobre la planta que yo había hecho.
 
Con Héctor Velarde me entendí mejor, porque Héctor Velarde si… Héctor Velarde me llamó a que lo ayude en GraMonVel era entonces. GranMonVel era Graña Montero Velarde. El sí fue… Velarde era pues una persona muy abierta, distinta a Malachowski que era todo formal. Velarde… “hágame usted esta plantita para los policías”. El casino de policías que está en Wilson. “Hágalo usted a ver, haga la plantita, la fachada la hago yo, la fachada la hago yo, porque me han pedido columnas salomónicas afuera, y a usted no le gusta eso”.
 
“Ya sé que no la va a hacer” (risas)
 
Y se fue pues con sus planos a hablar con los policías. Regresa en la tarde. ¿Cómo le fue don Héctor? “¡Bestial!” ¿Cómo le fue con las columnas salomónicas? “Ah, le puse no dos, ¡cuatro columnas! dos a cada lado” (risas). “Claro que no era salomónicas, porque ya me parecía demasiado, pero les dije que eran salomónicas” (risas) “y se lo tragaron” (más risas). Y ahí está, ahí está el casino de policía.
 
¿Ah sí? ¿En Wilson?
 
Ahí está, hasta ahora está oye, con sus 4 columnas, en la avenida Wilson. Pintado de verde pues, como todo edificio de policía.
 
“¡Le puse sus 4 columnas!” Gracioso don Héctor…
 
Arquitecto, usted que ha vivido toda esta etapa de transformación, y después también de mucha intensidad en la arquitectura, ósea… había una columna en el diario El Comercio que es el más importante, que se hablaba mucho de arquitectura, tenía una posición digamos importante, la sociedad de alguna manera escuchaba lo que decían los arquitectos. Al día de hoy, que la arquitectura es una anécdota que ni se entiende ni se valora… ¿en qué momento o en qué momentos cree usted que ha habido quiebres importantes, pasar de algo en lo que la gente estaba involucrada intensamente, a esta situación actual?
 
Bueno ya hace bastante tiempo. Porque yo me acuerdo que ya a la invitación a Chiclayo, a la Facultad de Arquitectura de Chiclayo, ahí yo llevé ya mi charla, que se llamaba “La arquitectura, esa desconocida”. Y ahí menciono cuatro o cinco aspectos de ese desconocimiento, que después en una versión más moderna, un poco posterior, subí a siete. Siete malentendidos en la arquitectura. Ahí la tengo. Todavía pienso agregarle algún otro malentendido. “La arquitectura, esa desconocida”. De eso, fíjate, ¡hace cuánto tiempo hace! Y no ha mejorado la cosa, no ha mejorado. No se habla de arquitectura.
 
Fíjate, este libro (uno de los que tenía sobre la mesa), hecho por estas dos chicas, es una muestra. A mí me invitaron, ahí hay un artículo mío, sobre esta época precisamente, de la facultad, de Espacio, léelo porque te va a interesar, es una especie de resumen. Estas dos chicas, con un trabajo importantísimo, porque ahí hay un ejemplo nomás de 60, no me acuerdo si 40 o 60 edificaciones, pero ellas tienen toda la documentación, buenísima. Se fueron donde el ministro de cultura, a invitarlo a presentarle este documento. Y el ministro de cultura les aceptó, les señalaron en el mes de abril. Y a mí más o menos en febrero-marzo me dijeron, en abril se va a presentar en el ministerio de cultura, le avisamos. Llegó abril, nada. Mayo, nada, no me avisaron nada, se fue postergando. Porque ellas invitaron al ministro, el ministro se comprometió con ellas. Terminamos presentándolo en la feria del libro. En la feria del libro con un delegado del ministerio de cultura. Que no asistió.
 
Esa es la realidad de cómo se considera la arquitectura. Y por supuesto que va a la ceremonia del vals criollo o de cualquier cosa de estas, de este tipo de espectáculo ¿no? La arquitectura no existe, no existe. Estamos rodeados de arquitectura caray, pero no existe. Quizás por eso no existe, porque es demasiado evidente.
 
Le re pregunto, ¿desde cuándo usted sintió que dejó de existir?
 
Lo puse en letras esta primera vez en Chiclayo. Pero desapareció. Desapareció de la discusión pública. Incluso por desidia de los propios arquitectos. El propio colegio desconoce la verdadera importancia de la arquitectura. Y ahí en esa charla lo digo. Voy a revisarla. Me has dado… he sentido ganas de revisarla y ponerla al día.
 
Algo que creo que usted nos ha enseñado es que la arquitectura no está encasillada solamente en el diseño, en la construcción, sino que, tal como la labor que usted ha realizado, tiene que ver con una labor editorial, con la investigación, con la docencia, pero sin dejar de lado también la importancia del diseño y la parte técnica digamos. Yo quisiera saber cómo maneja usted estos diferentes ámbitos en los que ha desarrollado su carrera.
 
¿Si pudiera elegir usted entre la política y la arquitectura, o los ve como una unidad? ¿Si pudiera elegir entre el trabajo editorial y el diseño? ¿O entre ser maestro o ser amigo?, que ya me ha explicado que es maestro-amigo. ¿Entre la crítica escrita o el humor gráfico? ¿Cómo mantiene usted todo esto junto? ¿O son varias casillas que por momentos se dedica a una, o lo toma como una cuestión así integral?


CUARTA PARTE (FINAL)


Llegamos a la última parte de la entrevista. Fueron más de 3 horas de conversación, que he transcrito con mucho placer. Cabe señalar que cada una de las publicaciones ha tomado por sorpresa al arquitecto, es decir, se han hecho sin revisión previa de su parte ni edición alguna de la mía, salvo mínimos detalles de limpieza del texto. Me parecía que debía ser así para mantener la frescura de sus palabras. Ya en el camino he recibido aportes suyos o de sus familiares para pequeñas correcciones (nombres, datos puntuales, precisiones) que agradezco y que de hecho ayudan a mantener el verdadero sentido de lo dicho.

Continuamos…

Cuarta parte: Final

Algo que creo que usted nos ha enseñado es que la arquitectura no está encasillada solamente en el diseño, en la construcción, sino que, tal como la labor que usted ha realizado, tiene que ver con el trabajo editorial, con la investigación, con la docencia, pero sin dejar de lado también la importancia del diseño y la parte técnica digamos. Yo quisiera saber cómo maneja usted estos diferentes ámbitos en los que ha desarrollado su carrera.

¿Si pudiera elegir usted entre la política y la arquitectura, o los ve como una unidad? ¿Si pudiera elegir entre el trabajo editorial y el diseño? ¿O entre ser maestro o ser amigo?, que ya nos ha explicado que es maestro-amigo. ¿Entre la crítica escrita o el humor gráfico? ¿Cómo mantiene usted todo esto junto? ¿Son varias casillas que por momentos se dedica a una y luego a otra, o lo toma como una cuestión así integral?

Bueno, la pregunta es muy difícil.

Si  (risas)

Si, si. Es muy difícil porque… yo creo que es la oportunidad. Se presentan las oportunidades y uno está dispuesto a aprovecharlas en ese momento, o en otro. No hay una… no escojo, viene sola con la ocasión, conforme… a veces hay un artículo, me provoca pues contestarlo ¿no? Y a veces lo contesto pero no le doy curso. Por ejemplo eso de la leche Gloria (risas). Apenas lo leí, caramba hago un artículo sobre esto pues, lo mando al periódico. Y no lo he hecho hasta ahora. Y es delicioso pues (ríe).

Claro. En el día a día cotidiano, me imagino… Hasta ahorita tiene usted proyectos. Entonces tiene que hacer una casa, quiere contestar un artículo, se le ocurre hacer un dibujo de algo, le interesa por ejemplo venir a conversar con nosotros ¿no? Osea son inquietudes que tiene usted ahí todo el rato.

Si. Si, eso es, eso es. Como una materia que busca la ocasión, o la encuentra y produce su aprovechamiento. Pero a veces se guarda. Y me quedo con las ganas.

En esa inquietud yo me acuerdo también algo que me llamó mucho la atención, hace unos años, que vino usted y nos dijo ”muchachos, tengo una novedad, he aprendido autocad”. Hace como 4 años creo, que Machicao le había enseñado a usar autocad.

Si, me comenzó a enseñar y yo creí que ya lo sabía (risas)

Usted ha seguido manteniendo contacto con el autocad, o esa vez tuvo una aproximación…

Tuve una aproximación y no pude seguir. Porque necesitas mucho ejercicio permanente. Ahí me venció, dije mejor no. Es como el facebook también, no profundizo más. Apenas han inventado este WhatsApp. Ya no puedo. Messenger ya no puedo ya. Esto (muestra su celular) solamente para hablar por teléfono, ya no puedo entrar más. Empiezo a aprender y me parece ya muy poco usarlo.

Pero hay como una curiosidad que lo obliga de alguna manera a alguito saber. Osea autocad al menos ya no es chino para usted. Facebook, ud publica, mete sus likes por ahí. Entonces, en ese sentido, qué otras cosas, a la edad que tiene, todavía siente que le gustaría aprender, o que le faltaría aprender. Alguna cosa que usted sienta así inquietud de todavía saber más.

Toda esta tecnología, me parece interesantísimo. Pero qué pasa. Me siento en la computadora, me viene un mensaje en Facebook, empiezo a enamorarme del asunto, y paso a una cosa, y paso a otra, y entonces digo, caramba… ¡he perdido toda la mañana! (risas).

Y no he dejado de hacer lo que quería hacer. Por ejemplo, el libro que estoy haciendo hace tanto tiempo, ya tengo como 3 o 4 años. Sobre la vivienda, estos testimonios de la vivienda. Tengo como 25 textos ya preparados y listos, me faltan las ilustraciones. De testimonios de gente como Agurto, de Martins… todos los que han intervenido de algún modo en la vivienda, los 60 años que hay desde el 45 hasta el 2005. Me he parado el 2005 porque no quiero ir más allá. Pero de esos 60 años tengo unos 25 o 30 testimonios. Transcritos. Primero grabados, transcritos, después ya editados, con Rosalía justamente. Oleados y sacramentados. Me faltan ilustraciones. Ya se me acabó la plata, me dieron 5 mil dólares, se me acabó. Ahora estoy más bien debiendo. A Rosalía le debo como 4 mil soles (risas). Tengo que hacer una impresión de un machote, una impresión provisional, y con eso pedir más plata. Al patronato de la UNI, al Ministerio de Vivienda. Con ministerios no quisiera meterme. Ni con empresas ni con ministerios, preferiría que sea académico. Pero… los primeros 5 mil fueron del patronato de la UNI, supongo que podrá seguir siendo el Patronato. Necesito 5 mil dólares más para las ilustraciones y otros 5 mil para la impresión. En esas estoy ahora.

Otro proyecto que también está comenzado, ½ de Construcción, una selección de textos e ilustraciones

Una selección de los ciento ochenta y tantos números…

Si, si. Mi hijo Alejandro me ayudó en una primera aproximación. Necesito quien me ayude, en completar ¿no?, en hacer una nueva selección de lo que tengo ya listo…

Eso, y una tercera cosita que me gustaría tener, la historia de la plaza de acá

(se refiere a la plaza que remodeló en la zona comercial de San Felipe, con gran éxito)

Ah también está escribiendo…

(Llega su esposa, nos saludamos)

Mi compañera de viaje, de Buenos Aires

“Lo están entrevistando por lo que veo”

Si, si, tantos años que nos conocemos y primera vez que le estamos haciendo una entrevista así más formal, de tantas cosas que hemos conversado….

(Conversan sobre su teléfono y otras cosas cotidianas)

“Bueno sigan nomas chicos”.

Muchas gracias.

Bueno arquitecto, para terminar a ver. Esta sí es una pregunta un poco más personal. De una curiosidad, a ver si puedo sacar algo. Que es lo que muchos se preguntan. Que cómo hace usted para mantenerse tan humilde y tan sencillo. Que es una cuestión bastante difícil, de estar rodeado todo el tiempo de personas que a uno lo llenan de halagos, que le dicen que tú eres un personaje histórico, que eres una leyenda viviente, que eres un maestro, que eres el maestro de mi maestro. Usted todo el día está rodeado de ese tipo de comentarios ¿no es cierto?

Bueno ahorita nomas ah (risas)

No sé si usted es consciente de eso, si alguna vez se ha preguntado o ha tenido que pensar en algo para no caer, porque es muy fácil cuando uno está lleno de halagos, caer en creerse…

La divina pomada

La divina pomada, etc.

Mirarse en el espejo

Claro, de mirarse en el espejo, de la vanidad ¿no es cierto? Esa relación con esa forma de poder, desde este punto de vista, si usted es consciente, ¿cómo hace para manejarla?  Hay alguna cosa en usted, alguna voz interior que le recuerde, no sé, su infancia, su madre, Arequipa… ¿Qué es lo que lo mantiene, digamos, cable a tierra?

No sé (risas) No sé. Pero a mí me daba mucha risa un personaje que había en un programa de televisión. Un personaje que se miraba en el espejo y que decía: “Gracias papito, por haber hecho esto” (risas) ¿Cómo se llamaba? Un personaje de la televisión…

¿Quién puede ser? Chuiman, derepente. “Quién soy yo, ¡papá!”

Puede ser. No me acuerdo, me daba mucha risa ese auto elogiarse, es desesperante. Pero en broma es.... No sé, tu pregunta no la agarro por ningún lado (risas).

Bueno últimamente oye, además, ha coincidido que, mira, en este libro hay algo mío, en este otro hay algo… llevé el último número de…. ¿cómo se llama la revista del colegio?

¿La del CAP?

Si

No sé cómo se llama, creo que nunca la he visto.

¿Hexágono?

Ah, Hexágono, si.

Hexágono. Llevé a Buenos aires. Pedí pues algo, al decano. A la secretaria le dije, me voy a Buenos Aires, me invita el colegio, por favor, manden una carta, puedo llevar una carta, o un libro, un regalo, algo. Y me mandaron una carta, que me dio vergüenza. Dirigida… ¡a otra persona! No sé qué nombre. Y resulta que la autoridad máxima en el colegio de Buenos Aires es una arquitecta, y tuve que entregarle el libro ese de los 50 años del CAP. Le entregué el libro y le dije, la comunicación está equivocada, le pido perdón. La voy a reemplazar, pero la dejo. No importa me dijeron. Mira desde que he llegado, hace una semana, trato que me den la misma comunicación, pero con el nombre correcto. No puedo, hasta ahora no puedo.

Bueno en esa revista que he llevado hay también un artículo mío y no sé qué otras cosas más. Entonces parece que la hubiera llevado yo para hacerme propaganda (risas).

(Interviene Eleazar)

“¿Siente que en los últimos 15 años aproximadamente, su relación con los alumnos de las universidades ha sido mayor? (…) Hoy en día yo siento que a los alumnos les preguntas si conoces a Adolfo Córdova, y te responden si, en una, sin embargo hace 15 años solo los que habían investigado un poco de Espacio, por ese lado lo conocían. Usted cómo ve esa relación en los últimos años con los alumnos.”

Buenos es eso que tú dices. Espacio comienza a reconocerse a partir de este siglo. Comienza un interés nuevo por Espacio, a partir de los 50 años. Ahora estamos ¿70 años no?

Osea es 48, ¿no? Los 50 ha sido en el 98.

48… no, 47.

Claro porque yo he ingresado en el 98, y ahí mismo había sido lo de los 50 años. Ahí es donde escuché de Espacio en la FAUA.

Claro eso fue por los 50 años. Ha habido como un reconocimiento ¿no?, que ahora es menos, fíjate, son 70 años, sin embargo no ha habido lo que hubo a los 50 años. A los 50 hubo conversatorios, hubo conversatorios en el nivel profesional y en el nivel académico. En los dos niveles hubo eventos recordando los 50 años. Ahora 70 años, no ha habido nada, no ha habido nada. Y cuando las chicas estas me dijeron que esto se iba a presentar por el Ministerio de Cultura, yo les dije, será el primer acto de recuerdo de los 70 años de la Agrupación Espacio. No sucedió. Me invitaron a la Católica a un conversatorio para celebrar los 70 años. Lo postergaron. Porque querían que esté también Szyslo, Szyslo se ha accidentado…

Si. Hicieron uno pero interno nomas, pequeño.

Hicieron uno sí.

Pero interno nomás solo en la Católica.

Pero ha aflojado. A los 50 años fue el interés. Renació un poco ese interés por la arquitectura. Pero después no. Es raro, no sé. Es raro porque acá sucede eso, en otras partes no. En otras partes la arquitectura tiene una sección, en los periódicos. Hay una sección de crítica arquitectónica, acá no.

¿Qué pasa? Uno de los hechos es, quizás, que la historia peruana es muy fuerte, muy importante. Mira, la República termina en 1925-30 por ahí, después no hay nuevos monumentos, nuevos reconocimientos de buena arquitectura. Creo que lo último es la casa de “Cartucho”, que además está totalmente descuidada, creo que es lo último, lo último que se ha reconocido como patrimonio. ¿Qué pasa? Es que es muy fuerte la historia pasada. La historia, bueno, pre colombina, es pues muy rica, pero también la historia colonial ¿no?, las casonas. ¿Después de las casonas?

Además, nos tocan autoridades incultas. Por ejemplo este señor Castañeda (risas), es pues terrible. ¿Qué está haciendo con el centro histórico? ¡Nada! Está esperando que se desmorone. No hay ninguna política en ese sentido.

Una cosa que me da pena. En la avenida Arequipa, es otra cosa que hace tiempo quiero escribir, en la avenida Arequipa hay un letrero, cuando sales del zanjón, a mano derecha, un local que iba a ser el Banco de la Nación, hay un letrero que dice: en este edificio se va a mudar el Tribunal Constitucional. El TC actualmente ocupa la casona en donde estaba el INC, al costado de San Francisco. Es un lugar precioso, una casona maravillosa. Ahí funciona el TC. Y se van a mudar a un edificio de concreto y van a abandonar ese local maravilloso. Y el alcalde de Lima, que debería luchar porque el centro tenga vida, bien gracias, no le interesa, no sabe del asunto. Terrible. Y el centro sigue muerto, y esa casona se convertirá en un tugurio, como tantas casonas. Es bellísima esa casona. ¿Ustedes han entrado?

No no, por fuera nomas.

Ah, es muy linda, es muy linda. Ahí era el INC el que la cuidó muy bien. Se creó el Ministerio de Cultura, dejó de existir el INC, se abandonó esa casona, felizmente que la tomó el TC, donde funciona perfectamente bien, no necesita más. Y se van a mudar a un edificio de concreto, de la avenida Arequipa. Eso. El abandono del centro pues. Eso es.

Terrible.

Bueno arquitecto, esas eran todas las preguntas que tenía para usted. Por ahora.

Muchas gracias.     

 

Terminada la entrevista, le pido asomarme en sus libros, mientras coordina con Eleazar para sacar algunas fotos finales, a lo que accede amablemente, posando con soltura.

“No te lleves ninguno”, me dice sonriente. “Mis libros son un caos caray”. “¿Con anteojos o sin anteojos?”

Han pasado dos años y medio desde esta conversación. Nuestro amigo Adolfo Córdova continúa trabajando, curioso, atento, incansable. A sus 95 años es un jovencito inquieto que sigue recibiendo no solo el cariño y aprecio de gente de todas las edades, sino también reconocimientos del más alto nivel, que sobrepasan el ámbito de la arquitectura. En la ceremonia de entrega del último, otorgado por el Ministerio de Cultura como Personalidad Meritoria de la Cultura, tuvo a bien dar unas palabras urgentes en favor de la arquitectura, “esa desconocida” que tanto ha reivindicado a lo largo de su vida:


"La arquitectura es el testimonio de la cultura.

Es el testimonio más valioso porque es el más presente.

Cada época tiene en la arquitectura una forma de permanecer.

Esa es la importancia de la arquitectura: es el testimonio vivo, permanente."


Al amigo, con cariño.