1.
Si quieres cambiar una sociedad, tienes que cambiar su espacio. Explicaba Lefebvre (2003) que cada sociedad produce su espacio y es producida por este, señalando el camino de arquitectos y urbanistas que comprendieron que su labor no estaba necesariamente del lado del poder, para controlar y ordenar a la población mediante la manipulación racional y funcional del espacio (espacio concebido o representación del espacio), sino justo en la vereda de enfrente, en las otras aristas de su teoría unitaria o trilogía del espacio: las de las transformaciones con la gente desde el espacio vivido (espacio de representación) y el espacio percibido (prácticas del espacio). Rondando esas esquinas se podría participar de la producción de un espacio provocador que dé libertad a los ciudadanos para alcanzar un desarrollo definido según sus propios términos.
Cambiar el espacio, entendemos, consiste en su reconfiguración material, pero bajo este enfoque, hablamos también de su resignificación desde la subjetividad colectiva, ambas en una relación dialéctica. El problema es que ¿quién quiere, a estas alturas, cambiar el espacio? Ya los situacionistas denunciaron hace casi 60 años cómo el urbanismo moderno se había convertido en una “técnica de la separación”, una ciencia al servicio de los mecanismos del mercado, o como ellos decían, el “maestro de obras del capitalismo moderno” (Ivain, Kotanyi, & Vaneigem, 2006). Como crítica a la planificación urbana como condicionamiento, propusieron la ciudad lúdica, cuya base teórica es el urbanismo unitario y sus principales herramientas, la construcción de situaciones, la psicogeografía y la deriva urbana.
Estas lecciones aún son lejanas a las escuelas de urbanismo en el Perú, disciplina que sigue, en buena parte, anclada a un pensamiento simplificador, zonificador y segregador, que ve la ciudad desde arriba y de manera estática, como un plano o una maqueta. Existe, sin embargo, un renovado grupo de urbanistas que consideran cada vez más importantes miradas críticas que, como la de los situacionistas, apuntan a un urbanismo dinámico y a escala humana, un urbanismo de lo cotidiano, de lo común, que se aproxima al subconsciente de la ciudad y busca vías para una mayor participación de los arquitectos en la sociedad, desde la comprensión del espacio como un producto social.
2.
En el escenario de protestas actual, el urbanismo crítico puede aportar algunas reflexiones sobre el espacio, asunto importante dentro del quehacer no solo de arquitectos y urbanistas, sino también de artistas, filósofos, escritores, cineastas, antropólogos, músicos, bailarines… y en realidad de cualquier persona, ya que “la esencia del ser del hombre en el mundo es el habitar”, o dicho de otra manera, “la existencia es espacial” (Heidegger, 1951).
Son muchos los autores que han aludido al espacio en su obra. En palabras del escritor Georges Perec (2001), integrante del Ou.Li.Po. (Taller de Literatura Potencial):
En
resumidas cuentas, los espacios se han multiplicado, fragmentado y
diversificado. Los hay de todos los tamaños y especies, para todos los usos y
para todas las funciones. Vivir es pasar de un espacio a otro haciendo lo
posible por no golpearse.
El famoso músico David Byrne (2012) de los Talking Heads, explica cómo la arquitectura ayudó a la evolución de la música:
La música se adapta a la perfección, sónica y estructuralmente, al lugar donde es escuchada. Se adapta absoluta e idealmente a esa situación: la música, una cosa viva, evolucionó para encajar en su nicho disponible.
El antropólogo peruano José Matos Mar (2004) vaticinaba sobre el crecimiento de las ciudades peruanas:
Estamos
frente a un conjunto de situaciones novedosas, aceleradas en los dos o tres
últimos años, que afectan todo el espacio nacional donde quiera que lo
observemos, analicemos y estudiemos. Como consecuencia de esto, el Perú está
sufriendo serias alteraciones estructurales, que conducirán en la presente
década a una profunda transformación de la sociedad.
El geógrafo Edward Soja (Piazzini, 2006) señala que:
La
obsesión del siglo XIX con la historia, como la señala Foucault, no morirá con
el fin de siglo. No ha sido completamente reemplazada por una espacialización
del pensamiento y la experiencia. Una epistemología esencialmente histórica
continúa impregnando la conciencia crítica de la teoría social moderna.
Ya en 1967 Foucault hablaba del fin de la edad de la historia y el inicio de la edad del espacio. El giro espacial (Piazzini, 2006) podría estarse consolidando con la actual crisis sanitaria global, donde el espacio aparece como un tema cotidiano y recursivo: distancias interpersonales, distancia de seguridad, no espacios cerrados, filas con personas cada 2m, mesas separadas al doble de distancia habitual, aforo al 50%, distancia física pero no distancia social, etc. El impacto de estas medidas y el discurso que las sostiene deja claro que el espacio geométrico es también espacio social.
3.
El espacio nunca es neutro. Es un producto social y por tanto está cargado de ideología (Delgado, 2011). “Un espacio debe considerarse un producto que se consume, que se utiliza, pero que no es como los demás objetos producidos, ya que él mismo interviene en su producción”. (Lefebvre, 2003)
Los hechos en el espacio lo transforman y del mismo modo son influenciados y modificados por él. En palabras del arquitecto Bernard Tschumi, “la arquitectura se define tanto por las acciones de las que es testigo como por el cerramiento de sus muros. Asesinato en la Calle es distinto a Asesinato en la Catedral, de la misma manera que amor en la calle difiere de la Calle del Amor. Radicalmente” (Tschumi, 1978). A lo largo de su obra teórica (The Manhattan Transcripts, Architecture and Disjunction, Questions of Space, etc.) demuestra que espacio y evento son indisolubles. No es lo mismo hacer el amor en el dormitorio que en la cocina, o que en un parque; no es lo mismo saltar con garrocha en un estadio que en una iglesia; no es lo mismo patinar en una pista de hielo que en un campo de concentración (Walker, 2002); son algunos de sus provocadores ejemplos. Ni es lo mismo jugar futbol en una losa que en la pista, o en las escaleras. Tampoco da igual caminar por las veredas que por las azoteas. No es lo mismo soltar a un tigre en un circo que en una plaza. No es lo mismo una maceta en tu terraza que una maceta en medio de la avenida Abancay.
Figura
4: Parque Villa Clorinda en Comas. @Eleazar Cuadros – Archivo CCC.
Cada objeto es distinto según donde se coloque.
Cada palabra cambia según dónde sea dicha. Cada evento se define según dónde
ocurra. El lugar de soporte de una protesta equivale al lugar de enunciación de
un discurso.
Los acontecimientos de la Plaza de Tianamen (China, 1989) no hubieran sido los mismos en otra plaza, y la plaza de Tianamen quedó marcada y transformada por esos acontecimientos. La Puerta del Sol en Madrid es otra (y más sí misma) tras el 15-M (España, 2011), y el 15-M se hubiera desarrollado de otro modo de haber acontecido en otro espacio. La Revolución francesa y la Bastilla son igualmente interdependientes. La Marcha de los 4 Suyos y la Plaza San Martín, del mismo modo. Cada evento histórico encuentra su lugar, y cada lugar encuentra sus eventos. Más que encontrarse, se autoproducen. Chile encontró su Plaza de la Dignidad en la Plaza Italia de Santiago: mucha gente reunida, muchas voces superpuestas, monumentos intervenidos… el espacio se resignifica y hasta cambia de nombre. Los imaginarios colectivos (re)construyen la ciudad.
Fig5: Plaza
Tianamen @Jiang Lin
Fig7: Plaza
San Martín en la Marcha de los 4 Suyos @
4.
La ciudad no es una hoja en blanco. Es más bien un palimpsesto, “una densa red simbólica en permanente construcción y expansión (Silva, 2006). Y ninguna pared es un lienzo vacío, por más blanca que se encuentre, es parte de un edificio, y el edificio de una calle, la calle de un barrio, el barrio de una ciudad… El muro, el edificio, la calle, ese barrio, esa ciudad, tienen significados particulares. Según hagamos una acción distinta en un muro distinto, un edificio distinto, una calle distinta, un barrio, una ciudad distinta, el significado y las consecuencias de dicha acción serán otros. La carga simbólica, el valor estético, el impacto mediático, la posibilidad de ser reprimida, su potencial recordación, otra.
A los urbanistas nos enseñan que las grandes transformaciones del París napoleónico, realizadas por el Barón Haussmann, tenían como objetivo reducir la posibilidad de reunión y protesta del pueblo. En esas calles barrocas se murmuraba la revolución. Entonces se cambiaron los espacios laberínticos, los callejones sin salida, los caminos con curvas y contracurvas, los pisos adoquinados, por grandes vías rectas y asfaltadas por donde pudieran marchar los ejércitos sin ser apedreados desde los balcones de las casas. No olvidemos que uno de los principales eslóganes de las revueltas de Mayo del 68 fue: “Bajo el adoquín, la playa”. Cada lugar tiene múltiples capas, de materiales y de significados.
Pero resulta que por donde podían marchar los
ejércitos, también podían marchar las masas, así que además de las plazas, las
grandes avenidas y los óvalos concéntricos quedaron ideales para manifestar la
protesta. En Lima, la Plaza Bolognesi, la Plaza 2 de Mayo, el Paseo Colón, las
av. Emancipación, y otras, todas de inspiración haussmanniana (las grandes
reformas urbanística de inicios del siglo XX en nuestra ciudad se realizaron
bajo el modelo francés), se convirtieron en lugares de marchas y
concentraciones. Incluso la CGTP y muchos partidos políticos tienen su local en
alguno de estos espacios.
Y así como se abrieron calles, a veces toca cerrarlas: vallas, cordones policiales, enfrentamientos. No son lo mismo 10 mil personas frente a Palacio de Gobierno que frente al Hotel Bolivar. Pero de tanto cortar el acceso a la Plaza de Armas, la Plaza San Martín quedó a disposición de la ciudadanía y fue obteniendo, a lo largo de los años, el sentido político, cívico y libertario que hoy tiene. El espacio se hizo lugar.
Fig12: Plaza
San Martín el 12N @Musuk Nolte
Para la generación del Team X (grupo de jóvenes
arquitectos formado en los últimos CIAM -Congresos Internacionales de
Arquitectura Moderna- liderados por Robert y Allison Smithson, Aldo van Eyck,
entre otros), que criticó desde el humanismo al movimiento moderno, un lugar es
“un espacio ocupado, culturalmente afectivo, que ha sido cargado de
significado” (Morelli, 2012), un marco para la apropiación existencial en el
tiempo, asociado al concepto de habitar como experiencia del sujeto que
está-en-el-mundo. “Sea el que fuere el significado de espacio y tiempo, lugar y
ocasión significan más. Porque espacio en la mente del hombre es lugar y tiempo
es ocasión" (van Eyck, 1966).
Posteriormente, con la influencia de los situacionistas y el post-estructuralismo, aparece la idea del evento: un espacio “indeterminado, sin juntas, que se define momentáneamente por situaciones específicas relacionadas al usuario (…) producto de una nueva noción de programa, no como unos usos específicos sino como un margen de acción sobre la estructura arquitectónica” (Morelli, 2012). El espacio, entendido como un contenedor de situaciones potenciales, es activado por la generación de eventos. La arquitectura, en palabras de Tschumi, ya no se trataría de condicionar el diseño, sino de diseñar las condiciones para que un evento ocurra (Walker, 2002).
5.
En Lima han sido tradicionalmente ciertos espacios públicos los asociados a las protestas. Pero en los últimos años (sí que hemos tenido motivos para protestar) se fue consolidando una ruta que se repetía, hasta hacerse muy conocida y predecible, y por tanto más fácil de controlar. Una marcha de protesta convertida en una comparsa guiada por la policía, le resulta cómoda al poder, y si este no es remecido, la protesta difícilmente tenga el impacto esperado. Era inminente la búsqueda de otras formas de protestar para incomodar al poder. Pero los medios creen (o quieren que creamos) que la única forma de incomodar que tienen los ciudadanos es mediante la violencia, y sobre esa idea inventan toda clase de falacias para criminalizar e invalidar la protesta. Argumentan, por ejemplo, que el cuidado de las estatuas es más importante que el derecho a la protesta. Nada los indigna más que un poco de pintura fuera del balde. Y no se trata solo de un grupo de periodistas y políticos, también hay muchos arquitectos que defienden el patrimonio como algo inerte, y nos indican cómo se debe protestar, sin tocar nada, mostrando no solo poca empatía con la justificada indignación de la gente, sino también una falta de conocimiento (o quizás un temor) de cómo funcionan las cosas en el espacio.
Hay muchas formas de incomodar al poder sin caer en la provocación de la violencia. Basta con hacer las mismas cosas pero en espacios distintos, o más aún, hacer cosas distintas en espacios distintos. Es lo que ha sucedido en estas jornadas de protesta, masivas y responsables en medio de la pandemia, y pacíficas a pesar de la desmesurada reacción policial en algunas zonas. La protesta se ha espacializado. Y con ello, una serie de conceptos usados en el ámbito de los proyectos urbanos, hoy pueden aplicarse a una lectura de lo que viene ocurriendo ya no solo en los espacios de protesta tradicionales, sino en los barrios, parques, plazas, puertas, ventanas y pantallas de todas las ciudades del Perú.
Pequeños gestos de protesta en muchos espacios pueden desencadenar grandes transformaciones. “El aleteo de una mariposa en Hong Kong puede desatar una tempestad en Nueva York” (de esta manera explicaba el matemático Edward Lorenz su descubrimiento de lo que llamó “el efecto mariposa”, punto de partida de la “teoría del caos”). En Chile, un grupo de adolescentes saltándose la valla del metro (todo grabado y publicado) terminó, un año después, en el cambio de la constitución. Las rutas de la indignación (y del caos) son insospechadas.
6.
Un primer gesto de esta nueva espacialización de la protesta puede rastrearse en la conocida como Marcha de los pulpines. En vez de ir a Palacio de Gobierno, donde el presidente Humala parecía estar pintado, los jóvenes de entonces decidieron dirigirse al edificio de la CONFIEP en San Isidro, donde entendían reside el verdadero poder. Para llegar marcharon por la mismísima Vía Expresa, espacio de máxima concentración de personas con poder, poder entendido como posesión de auto privado en una ciudad hecha mayoritariamente para la minoría que puede movilizarse prescindiendo del transporte público.
Fig13: Marcha
de los Pulpines en la Vía Expresa @RT en español
En esta misma ola de protestas surgió la organización denominada “las zonas”.
LZ fue
un fenómeno político inédito por el que juventudes de Lima Metropolitana y
Callao entre diciembre 2014 y enero 2015 se autoorganizaron asamblearia y
democráticamente en 14 zonas multidistritales a fin de derogar la nefasta Ley
Nº 30288 (más conocida como Ley Pulpín, ley contra l@s trabajador@s jóvenes)
impulsada por los que aún ostentan realmente el poder en Perú: la clase
empresarial. Con esta organización juvenil se logró su derogación en contra del
gobierno y congreso peruanos, ello tras fuertes luchas en calles, medios e
instituciones, marcando así un hito histórico contra el régimen neoliberal en
el país. (Tomado de https://www.facebook.com/LasZonasLimaCallao)
Aquí ya hay una visión clara de cómo protestar generando eventos en el espacio. El movimiento de indignados se territorializaba, poniendo en evidencia una nueva lógica de organización política asociada a otra comprensión del espacio: Lima estructurada en 14 zonas en vez de los tradicionales 43 distritos, el centro de poder en San Isidro y no en el Cercado, los cuerpos y no solo las voces transformando el espacio, la reproducción de los hechos a través de medios independientes y no solo la acción directa (negada por los medios tradicionales) para lograr impacto.
Fig14: Mapa
de Las Zonas @LasZonasLimaCallao
En las protestas ante el “golpe legislativo” de
las últimas semanas, estas ideas y estrategias, antes incipientes, han
reaparecido más conscientes y consolidadas, aportando más allá de los objetivos
directos de las manifestaciones en defensa de la democracia. Desde una mirada
urbanística, su potencia radica en que, indirectamente, reivindican el derecho
a la ciudad a través de una nueva espacialización que pone en discusión temas
que mucho pueden aportar a hacer más democráticos sus procesos de
transformación. La espacialización de la protesta y su consecuente impacto
sobre los imaginarios colectivos, puede conducirnos hacia el momento constituyente
que termine por cerrar el capítulo oscuro (otro) que simboliza la constitución
fujimorista del 93, con todos los aspectos negativos que incluía en contra del
desarrollo de nuestras ciudades.
Ensayando una síntesis, podríamos señalar cuatro características principales de esta nueva espacialización de la protesta:
a) Descentralización de las rutas y nodos de la
protesta.
b) Multiescalamiento de las acciones de la
protesta
c) Diversificación de los lugares y formas de
la protesta
d) Virtualización de los medios y herramientas de
la protesta.
Para empezar, esta vez no fue necesario ir hasta el centro de Lima para hacerse escuchar. Hubo concentraciones en Lima Norte, Sur, Este y Oeste, además de las tradicionales de Lima Centro. Todas igual de valiosas, con lo cual podemos afirmar que la ciudad se politizó de manera integral. Cada grito por defender la democracia, fue también un grito contra la desigualdad urbana expresada en el territorio. Esto pone en evidencia el policentrismo de Lima, una ciudad donde las denominadas “periferias” no dependen de un centro único, ya que tienen sus propias dinámicas. Incluso nos invita a cuestionar la lógica centro-periferia, importada de un marco teórico urbanístico no necesariamente aplicable a nuestras ciudades, que tienen una estructura más bien rizomática.
La descentralización se dio también a escala nacional. Hubo protestas masivas en todas las ciudades y regiones del Perú, cada una con sus propios ingredientes políticos y socio culturales. El conjunto de protestas fue una gran orquesta de la diversidad.
Fig15: Plano
elaborado por la arq. Kelly Jaime Arias, quien señala que “las centralidades no
son solo económicas, sino también simbólicas”
Fig16 y
17: Afiche de marchas descentralizadas que circularon en redes sociales /
Fig 18: Ilustración de Álvaro Portales
Lógicamente la masividad de la concentración en
el centro de Lima (se hablaba de la marcha más grande de la historia, o
al menos de los últimos 30 años), le sigue dando un mayor protagonismo.
Pero también la desmedida represión (con dos víctimas mortales y decenas de
heridos) contribuyó a ponerla en el centro de la noticia. La policía no tuvo la
misma actitud moderada que en las otras ciudades y puntos de concentración. El
centro concentró la violencia, con graves consecuencias. Los homenajes a los
caídos, en cambio, descentralizaron las expresiones de indignación y dolor. Los
altares, murales y esculturas de creación colectiva se siguen reproduciendo por
toda la ciudad, convirtiendo diversos espacios en lugares con memoria. El posterior
borrado y/o desinstalación por parte de las autoridades, y la rápida respuesta
ciudadana para rehacerlos, es otra evidencia de la espacialización de la
protesta. La intención de control desde el poder, aquí, logra el efecto
contrario, porque el repintado o reconstrucción de estos memoriales añade
nuevas capas que refuerzan el imaginario colectivo, y cada nueva intento por
eliminarlos es otra señal de la importancia que desde el poder se la le da a
estos gestos simbólicos de la gente. Una muestra de temor del Poder (con
mayúsculas) al poder (con minúsculas). “La ciudad es un espacio donde los sin
poder pueden hacer historia” (Sassen, 2018).
Fig20: Altar
en el Parque Universitario, Cercado @Karen Bernedo
Fig21_Escultura
participativa en el paseo de los héroes navales @Samuel Chambi
Al descentralizarse la protesta, también cambió de escala y se hizo múltiple: desde las grandes plazas de las ciudades, pasando por las calles de los barrios, hasta las puertas y ventanas de las casas, la ciudadanía se expresó de diferentes formas. En casi todos los distritos hubo gente en la calle, y quienes por diferentes razones no podían salir, se manifestaron desde sus casas, ya sea con carteles o con cacerolazos, que tuvieron gran impacto.
Fig 22, 23 y 24: Volantes de convocatorias por redes sociales
Muchísimas concentraciones de diversos tamaños
en diferentes puntos estratégicos, de manera espontánea y coordinada a la vez
(con las redes ya no se sabe la diferencia). Con la estrategia de una guerra de
guerrillas operaron una serie de “marchillas”, dificultando a la policía la
labor de reprimirlas, pues no se puede cubrir tan amplio territorio ni
controlar tanta espontaneidad. El número de manifestantes ya no puede
contabilizarse como concentración en el lugar central, sino como la suma de
muchas manifestaciones simultáneas de muy diferentes tamaños. Las redes
sociales unifican y amplifican su impacto, como si se tratara de una sola gran multitud.
De hecho lo es. No se ha dividido, se ha esparcido.
La escala barrial, que apareció con fuerza, permite una mejor y más cercana organización, pues se reúnen personas que de alguna manera se conocen. Hace de la política algo cotidiano. Grupos de vecinos que se reunían para resolver sus problemas de microcomunidad (edificio, cuadra, asentamiento, condominio), se juntan ahora para discutir problemas nacionales, y en medio, hablar del barrio, unidad orgánica de la ciudad con la que la mayoría tiene vínculos afectivos y sentido de pertenencia. La coordinación “cercana” (nuevamente, distancia física, no distancia social) permite, además, tomar las medidas de seguridad sanitaria de manera autónoma.
Este desborde por el cual se descentraliza la protesta, y su consecuente cambio de escalas que genera la aparición de nuevos lugares de protesta, provoca también nuevas formas de protesta.
Vimos una protesta más lúdica que de costumbre. Y lo lúdico, como anticiparon los situacionistas, es fundamental para transformar la ciudad. Mucha gente acudió a protestar con máscaras, trajes típicos, en bicicleta, bailando, con bandas de música. Los grupos culturales y artísticos tuvieron fuerza y protagonismo, pero también hubieron iniciativas individuales, familiares y vecinales. Como en la vida urbana, nuevos lugares y nuevas situaciones originan la aparición de nuevos personajes, y visceversa. El rápido protagonismo de Elmo entre los manifestantes es una clara prueba de ello. Quien estaba dentro del disfraz, un joven de veintipocos años, narró en su cuenta de facebook que fue muy divertido ver cómo la gente se entusiasmaba con su presencia. Que sea divertida no le quita seriedad a la protesta. Lo lúdico se entiende no como “chacota”, sino como expresión creativa de espíritus libres. Hablamos de grupos de gente capaces de reírse de sí mismos: “siempre deprimidos / nunca reprimidos”, se vio entre los carteles a manera de reivindicación adolescente.
La cantidad de bicicletas en las diversas
manifestaciones llamó la atención. Las marchas se convirtieron en bicicleteadas
por la democracia a través de diversos distritos, y los domingos sin
autos fueron aprovechados como espacios de expresión. Esto señala el futuro
ojalá inminente de nuestras ciudades: más humanas, más justas, más igualitarias
y más lentas. El fin del predominio del auto en las calles es otro capítulo del
fin de los dinosaurios de la política (los llamados viejos lesbianos),
que lo único que hicieron en sus pocos días de gobierno fue decretar el retorno
de los autos a la calle, con la intención de invisibilizar este tipo de
protestas.
Fig.31: Plaza
San Martín.
Por primera vez la presencia de medios
digitales como herramientas y soportes de la protesta, que ya se insinuaba
algunos años atrás, fue muy notoria. Específicamente el uso de proyectores ha
sido intenso y está teniendo un buen impacto. Con ellos vamos descubriendo que
no solo las plazas son soportes de protesta en tanto pueden albergar nuestros
cuerpos y nuestras voces. También los edificios, que pueden simbolizar poderes
económicos o diversos problemas del habitar, son soportes de expresión, ya que
pueden albergar textos e imágenes, ya no solo pintadas, sino también proyectadas.
Es importante mencionar el impacto del antecedente chileno: las poderosas proyecciones en el edificio de Telefónica y otros en Santiago, parece haber repercutido en el imaginario de artistas y activistas locales. Se realizaron proyecciones sobre edificios en Barranco, en Breña, sobre huacas en Pueblo Libre, en la Residencial San Felipe de Jesús María, sobre edificios institucionales en Cercado… y en diversas ciudades, hasta del extranjero. Reconocidos artistas, fotógrafos y colectivos se dedicaron a proyectar y registrar desde lemas políticos hasta el nombre de los caídos y de los responsables.
fig35: @Musuk
Nolte_GritaLuz
Fig.36 : @Illari Orccotoma_GritaLuz.
El espacio también ha cobrado protagonismo en
los registros fotográficos, que han sido muchísimos y de muy alta calidad. La
tecnología ha hecho su aporte a través de los drones, que permiten ver el
movimiento de la gente apropiándose de las calles. Así podemos ver que la bandera
rojiblanca que pasa de mano en mano mide más de una cuadra. Y que uno de los
enfrentamientos entre policías y ciudadanos tuvo como testigo al edificio del
ex Ministerio de Educación (obra del arq. Seoane), con su iconografía
neoperuana y su forma curva que parece querer abrazarlos, como lo hizo con el
altar a los caídos, hecho y rehecho por la gente. Y ya sea desde arriba o al
ras del suelo, las fotos donde aparece el monumento a San Martín cubierto por las
autoridades para protegerlo de los actos vandálicos, sintetizan mucho de
lo ya dicho. Puestas con el fin de evitar su transgresión, las telas que lo
cubren ya resignifican el monumento y constituyen un nuevo lienzo.
Por otro lado, llamó la atención la producción
de “mapas parlantes” elaborados por los mismos ciudadanos, gracias a las nuevas
facilidades de acceso a los medios digitales (googlemaps y otros). Con estos
mapas se compartió todo tipo de información viva del territorio de lucha: los
puntos y las rutas descentralizadas, las zonas seguras, los lugares donde se
concentraba la policía, los paraderos operativos, etc. Fueron el reflejo a
escala del nivel de organización de la gente en el espacio: brigadas de
desactivadores de bombas, primeros auxilios, abogados para la defensa, entre
otras, se distribuían estratégicamente para sacar adelante la jornada de
protesta de manera coordinada.
Fig.46 @DAPH2020
A día de hoy, pasado el momento más intenso de
la protesta, se siguen haciendo proyecciones, murales, exposiciones al aire libre
y encuentros culturales en diferentes calles, otorgándoles sentidos nuevos. Destaca
el evento realizado en Jr. Quilca, gracias al cual está mítica calle ha
retomado el sentido contracultural que la hizo querida, reconocida y
controvertida.
Este momento social va quedando así grabado en el espacio. La ciudad es, pues, “la sociedad inscrita en el suelo” (Lefebvre, 1969)
Pero también apareció otro espacio de inscripción. Para nadie es una novedad que estas marchas se autoorganizan gracias a las redes sociales. TikTok e Instagram han sido fundamentales para el desarrollo de las protestas. Nuevamente el espacio virtual como nuevo/otro espacio público en el que los jóvenes de hoy se informan y se encuentran.
7.
Protestar es un derecho constitucional. El derecho a la ciudad ¿podría serlo?
El
derecho a la ciudad se manifiesta como una forma superior de los derechos: el
derecho a la libertad, a la individualización en la socialización, al hábitat y
al habitar. El derecho a la obra (a la actividad participativa) y el derecho a
la apropiación (muy diferente del derecho a la propiedad) están imbricados en
el derecho a la ciudad. (Lefebvre,
1969)
El derecho a la ciudad es, en otras palabras, el derecho del tejido social a ejercer poder sobre el tejido urbano, y la consciencia crítica de que el tejido urbano ejerce poder sobre el tejido social. Espacializar la protesta es, en ese sentido, una demanda y una defensa del derecho a la ciudad.
Para ejercer nuestro derecho a la ciudad hay que salir a la calle, por supuesto. Pero no basta con transitarla u ocuparla. Hay que transformarla, interpelarla, resignificarla, comprendiendo, como bien se viene haciendo, que las calles no son meros telones de fondo de situaciones abstractas. Son personajes presentes. Como señala el cineasta Wim Wenders (2005)
Una
calle, un frente de fachadas, una montaña, un puente, un río, lo que sea,
siempre son algo más que un “fondo”. También poseen una historia, una
“personalidad”, una identidad que no hay que desdeñar. Influyen en los
caracteres humanos que se mueven sobre este fondo, provocan un estado de ánimo,
una sensación de tiempo, una determinada emoción. Pueden ser feos o bonitos,
viejos o nuevos, pero con toda seguridad son “presentes”.
El espacio se ha hecho presente en estas protestas. El derecho a la ciudad ha aparecido en los debates sobre la nueva constitución. El momento constituyente tiene que ser impulsado desde esta nueva espacialización de las demandas sociales.
“El espacio ¿es algo o es alguien?” se preguntaba Lefebvre (2003). La Plaza de Mayo en Buenos Aires y las Madres de la Plaza de Mayo, ¿no son acaso lo mismo? Inti y Jack ¿no son ahora los lugares donde se han erigido sus altares? “Un puente, aunque se tenga el deseo de tenderlo y toda obra sea un puente hacia y desde algo, no es verdaderamente puente mientras los hombres no lo crucen. Un puente es un hombre cruzando un puente". (Cortázar, 1973)
¿Qué es entonces la ciudad? La ciudad es la gente en la calle (Borja, Muxi, 2003).
Las
calles (…) son, sobre todo, un teatro y un campo de batalla. Allí,
desapercibido e ignorado, cada ser humano se convierte en un poeta, un ser
enmascarado, un guerrero, un bailarín; en su inocente maestría, cada uno
proyecta, contra la confusión de la calle, una imagen de la existencia humana.
(Levitt, 1948)
¿Y qué es un país? Es la gente defendiéndolo en
la calle. Es la gente transformándolo en la calle. Es la gente transformando la
calle. Y es la calle transformando a la gente.
En
cierto modo, la urbanidad democrática, como la democracia, diría, es un arte de
la discordancia, un arte de hacer posible el conflicto entre los individuos sin
favorecer la guerra civil. El conflicto, en efecto, tiene que ver con la
ciudad, tiene que ver con el exterior de la ciudad, como tiene que ver con mi
propia forma de ser en la ciudad (Mongin, 2003)
¿Será posible en el Perú, algún día, pasar de un espacio a otro, y hacerlo sin golpearnos?
Fig.47: Mural de Decertor y Elliot Tupac en la fachada de Estadio Chamochumbi en Magdalena @Decertor
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BIBLIOGRAFÍA
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