Hace
unos días se reinauguró la Plaza Manco Capac, “símbolo por antonomasia
del populoso distrito de La Victoria y de los migrantes andinos que en el siglo
pasado llegaron a la capital” (diario El Peruano). El alcalde del distrito,
Sánchez Aizcorbe, es arquitecto. La inversión es de mas de 6 millones de soles.
Las críticas al proyecto abundan.
Al
mismo tiempo la Municipalidad Metropolitana de Lima propone afrontar el problema de La Parada (también en La
Victoria) con la construcción del Parque del Migrante y la Plaza Chacalón. Mas críticas aparecen desde
diversos sectores.
La
esposa del mítico cantante se opone porque no le gustaría “que se cambie su
figura de hombre del pueblo”. Los mayoristas organizan
una marcha y presentan una maqueta de su proyecto, elaborado por un
arquitecto inhabilitado en el CAP por falta de pago. La colorida propuesta presenta
una tremenda diversidad de usos y tipos de edificio aglutinados en toda la
manzana.
El
debate alrededor de estos proyectos (posterior a su aparición pública, porque
antes nunca discutimos) ha tocado varios temas importantes, como la ausencia de
concursos arquitectónicos, los nombres que se asignan a los nuevos espacios, los
montos de inversión y otros. Pero se ha hablado sobre todo de DISEÑO. A unos
les gusta, a otros no. Todos tienen ideas de lo que debería y lo que no debería ser.
La
Plaza Manco Cápac esta "hiperdiseñada", es mas o menos lo que se oye de un lado.
A propósito, hace unos meses el Arquitecto Wiley Ludeña nos presentaba el
concepto de “Pampa Urbana”, usando como ejemplo un parque sin nombre en Surco, que en su opinión es el
mejor parque de Lima porque justamente no está diseñado como tal. A los 2
extremos, 2 formas radicalmente opuestas de afrontar el espacio público.
Diseñar hasta el último detalle y llenar el espacio de pisos, muros,
esculturas, luces y colores, o simplemente dejarlo libre para las personas.
¿Por qué
queremos diseñar todo y tanto los arquitectos? ¿Hay otras formas de aproximarse
al diseño? Hal Foster, profesor de arte y arqueología de la Universidad de
Princeton, nos dice en su libro “Diseño y Delito” que “una cosa parece
clara: en el preciso momento en que se pensaba que el lazo consumista no podía
estrecharse más en su lógica narcisista, lo hizo: el diseño es cómplice de un
circuito casi perfecto de producción y consumo, sin mucho “margen de maniobra”
para nada más”. Tanto así que podemos hablar de "el sujeto diseñado": “Hoy
día uno no necesita ser asquerosamente rico para proyectarse no sólo como
diseñador sino como diseñado, sea el producto en cuestión la casa de uno o su
negocio, sus mejillas caídas (cirugía estética) o su personalidad retraída
(drogas de diseño), su memoria histórica (museos de diseño) o su futuro ADN
(niños de diseño).”
Un polémico
y profundo análisis sobre el marketing cultural y la arquitectura del
espectáculo en un libro (¿contradictoriamente?) muy bien diseñado.
Mas respuestas
podemos encontrar en el siempre genial Brian Eno, quien recientemente ha
llevado su música generativa a un hospital inglés con intenciones curativas (en el lobby proyecta "77 million painting", y para los internos el
disco "Quiet room for Montefiore" con resultados hasta el
momento bastante positivos (aunque algunos fans quieren internarse solo para
escuchar el disco).
Eno
dio en 2011 una conferencia titulada “El Jardin” en la Serpentine Marathon, que a continuación
reproduzco por considerarla bastante aleccionadora respecto al tema tratado.
“
En
la época en que comenzaba a grabar discos, comenzaba también el uso de los principios
organizacionales en la música. Creo que la mayoría de la gente asume que la
música es producida y creada de forma similar a los compositores sinfónicos,
teniendo una idea completa en su cabeza, hasta el más mínimo detalle, de forma
de escribirla y que otras personas puedan ejecutarla de la misma forma en la
que uno imagina que trabaja un arquitecto, diseñando un edificio en todos sus
detalles que luego será construido.
A
mediados de los 1960’s se comenzó a considerar que no era del todo así. De
hecho yo que comenzaba entonces a hacer música, me di cuenta que lo
estaba haciendo en esta ‘inusual’ nueva forma.
La
música que oía por entonces, particularmente en relación a este punto, y por
supuesto John Cage, y su uso de lo aleatorio y sus nuevos modos de tomar
decisiones musicales –o no tomarlas-, lo que me fascinó de este tipo de música
es que ellos realmente se alejaron de toda la forma anterior de componer, y es
totalmente claro en estas piezas, que nunca se compuso teniendo en cuenta el
resultado final en la cabeza al momento de comenzar, lo que el compositor tenía
era una especie de menú, una especie de paquete con semillas, y una vez que
estas semillas musicales se plantaban convirtiéndose en una pieza, esta se
convertía en una serie de variaciones, tendiendo a diferentes versiones cada
vez, para mí esto es realmente un nuevo paradigma componiendo, cambiando la
idea del compositor como alguien situado a la cabeza de un proceso para
convertirse en alguien situado en la base del proceso, que cuidadosamente
planta semillas muy bien seleccionadas, y observa cómo se convierten en algo.
Ni
la teoría del caos, ni la de la complejidad existían entonces, creo que ni
siquiera teníamos la de las catástrofes, pero lo que si nos sucedió fue la
cibernética, y me interesé profundamente en el trabajo de un científico llamado Sttaford Beer y
de hecho nos hicimos amigos automáticamente, Sttaford estaba escribiendo un
libro ‘The Brain of the firm’
relativo a los conceptos de la cibernética en los conceptos de administración y
organización, el cual se publicaría en 1972-73, un libro muy interesante que
esencialmente es esta idea de situarse en la base de la organización, con las
cosas creciendo desde abajo, hasta convertirse en cosas con grados de
complejidad.
Deben
entender por qué esto nos resultaba sorprendente por entonces, es sorprendente
por la misma razón que la teoría de la evolución es sorprendente para muchos
estadounidenses, y es el concepto de algo inteligente resultante de algo
simple, es muy difícil de comprender, no es del todo intuitivo, lo más chocante
de la teoría de la evolución es la
simpleza convirtiéndose en complejidad, lo que propone la
teoría organizacional es eso, son las cosas simples organizándose de este nuevo
modo, y hay una frase en el libro que creo que aún recuerdo, en vez de intentar
organizar en la totalidad de los detalles, organizas solo algunos, entonces comienza
la dinámica del sistema que te lleva en la dirección en la cual quieres ir, y
esto se convirtió para mi en una suerte de moto, sobre como
deseo que sea una composición.
Hacia
el final de los 1970’s, de una forma u otra me interesé por una única actividad
y esta fue la ‘serie surreal’
desarrollada por el matemático John
Conway,
me encantaría ahondar en ello, pero no dispongo de tiempo, por lo que puedo dar
solo una pequeña sinopsis respecto de lo que se trata, creo que para la ciencia
tiene un impacto similar al que tuvo Duchamp para el arte, es una idea muy
simple desde la cual todo es diferente ahora, la vida es un juego matemático
muy simple, el cual es totalmente determinista, tu sabes exactamente la fuentes
de alimentación, tu sabes exactamente las reglas, las cuales son reglas muy
simples, y sin embargo, los resultados son extremadamente impredecibles,
algunas veces extremadamente aburridos, alunas veces increíblemente elaborados
y bellos, pero por sobre todo, son impredecibles. Con lo que tu intuición se
vuelve muy activa.
Y
realmente comencé a pensar que la ciencia va de esto, de organizar de un modo
diferente, necesitamos pensar en cómo las cosas se desarrollarán con una serie
de nuevos paradigmas, intentaré explicar esto, de forma de conectarlo con el
tema de hoy (el jardín), hablando respecto de la diferencia entre un jardinero
y un arquitecto.
Un
arquitecto –al menos en el sentido tradicional- es alguien quien tiene un
concepto “en detalle” sobre el resultado final en su cabeza, su objetivo es
controlar la naturaleza, todo lo que queda fuera de su edificio es un sujeto
que debe mantenerse bajo control, un jardinero realmente no trabaja así; En
realidad el jardinero niega por completo el control del ser humano sobre la
naturaleza, y creo que hoy somos muchos en esta línea, que lo que hacemos es
trabajar en colaboración con el complejo e impredecible proceso de la
naturaleza, intentando insertar en ella algunas fuentes de alimentación, que
nos guíen en la dirección en la que queremos ir, usando la propia dinámica del
sistema para ir donde queremos ir.
Mi
sensación es que el concepto organizacional se ha ido desplazando por los
últimos 40 o 50 años en esta secuencia ciencia, cibernética, caos etc., son
realmente todas formas de desviarnos de esta idea de que debemos comenzar
pensando desde el control desde la base en vez de sobre como las cosas deberían
ser hechas, realmente deberíamos olvidarnos de la idea de diseño inteligente,
que es la teoría de la organización jerárquica desde la cabeza hacia la base.
Realmente debemos dejar de pensar de ese modo y comenzar comprendiendo que la
complejidad genera nuevas formas e inteligencias variadas.
Mi
respuesta, como artista es comenzar a pensar mi trabajo como una forma de
jardinería, unos veinte años atrás pensé en esta idea, el termino de ‘música
generativa’ (música generadora) el cual es un término general que use,
donde la idea central es que hacemos música en el mismo modo en que se hace un
jardín, cuidadosamente seleccionando semillas, sembrándolas cuidadosamente y
entonces, permitiéndoles tener vida propia, y la vida no es necesariamente lo
que tu pensabas para ellas, y trabajo así, no obsesivamente pendiente en como
las cosas se verán, o sonarán, sino mas bien deliberadamente me sitúo como
alguien de la audiencia, de forma de verme sorprendido por ellas también.
Esto,
lo que realmente significa es replantearse la propia posición como creador, si
comienzas pensando en ti mismo como quien controla la audiencia o si es la
audiencia, toda esa gente disfrutando de un jardín juntos –incluido el
jardinero- es quizás algo similar a la diferencia entre el orden y el desorden,
que es en realidad, la diferencia en el propio entendimiento de lo que el orden
debe ser, y otra forma es la re comprensión respecto de la propia posición en
el control del espectro que lo rodea.
Pero
es que hay otro talento que poseemos, la capacidad de renuncia y de
cooperación, ser capaz de renunciar es ser capaz de reconocer cuando parar de
intentar controlar, y reconocer cuando ir con las cosas, y esa es una habilidad
que realmente necesitaríamos re-aprender, el concepto de que el éxito reside en
el control, nos hace prestar demasiada atención a esa habilidad, estamos tan
acostumbrados a dignificar a quienes controlan que nos olvidamos de dignificar
a quienes renuncian, y quizás esa sea la razón por la cual la gente continúa
yendo a la iglesia y a las galerías de arte, lo que nuestro cerebro busca en
estas experiencias es ser capturado, elevado, o cualquier modo de
trascendencia.
Y
creo que encontramos estas experiencias en al menos cuatro áreas: Religión,
Sexo, Arte y Drogas, e intento colocarlas todas bajo el paraguas de la
renuncia, y es interesante que si se mira a las diferentes culturas del mundo,
estos sujetos son totalmente dignificados o son totalmente un tabú, en
diferentes combinaciones según diferentes culturas, como por ejemplo en la
India, se mezcla el sexo con la religión, otras mezclan droga y religión, pero
no conozco ninguna que combine las cuatro, (si alguno la conoce que por favor
me diga dónde), pero básicamente todas ellas son experimentos que intentan
recordarnos que el talento, la habilidad que poseemos para controlar, debe ser
equilibrada por la habilidad para renunciar, así, mi sensación del arte como
hacer un jardín, es aceptar el rol de jardinero en igualdad de dignidad que el
rol del arquitecto. Como en este fantástico pabellón
“
(El Pabellón Serpentine 2011 en Kensington Gardens fue diseñado por el arquitecto Peter Zumthor, en colaboración con el jardinero Piet Outdolf, quienes bajo el concepto de “hortus conclusus” construyeron una estructura de hormigón que encierra un jardín. Una arquitectura que crea un espacio íntimo para la permanencia reflexiva contemplando a la naturaleza y a las personas liberadas y desconectadas del ruido y movimiento exteriores)
Ideas próximas a las planteadas por Eno en esta conferencia y
a lo largo de su trabajo, podemos encontrar en arquitectos como el suizo Bernard
Tschumi, quien con su teoría del espacio-evento nos dice que “no hay que
condicionar el diseño, sino diseñar las condiciones para que un evento suceda”,
ideas que podemos ver aplicadas en su proyecto para el parque la Villete en
Paris (1982).
O en el holandés N.John Habraken, quien en su libro
“Soportes, una alternativa al alojamiento de masas” (1975), propone “separar
conceptualmente en los edificios de vivienda lo que es inamovible, estructural
y colectivo -los soportes- de todo aquello que permite la flexibilidad de la
distribución interior y la participación de los usuarios”; y en “La estructura
de lo ordinario. Forma y control en el entorno construido” nos dice que “al
crecer y cambiar a través del tiempo, el entorno construido parece ser un
organismo más que un artefacto”.
Y en Lima, en la mayoría de espacios de la ciudad popular, o
en Conjuntos Habitacionales como Previ, que ha sido
completamente trasformado por sus habitantes gracias a que las viviendas se plantearon como procesos abiertos y no como objetos acabados.
Controlar y renunciar. Arquitecto y jardinero. El arte como
hacer un jardín. Lima como reto.