“¿cuántos de nosotros
sabemos gozar
del silencio,
esa gracia
universal?”
Charles Chaplin
Una madre esquizofrénica. Un padre
alcohólico, de los que un día simplemente se fueron. Así creció Chaplin, en medio
de la pobreza urbana de Londres del cambio de siglo (XIX-XX). Las “penurias”
del niño Chaplin tienen como escenario a la ciudad industrial, y luego, quizás
como una manera de afrontar ese pasado, en sus películas se opone a ella, a la
ciudad-máquina hecha solo para trabajar y dormir, jugando con una ciudad donde
pasan cosas, donde hay vida en abundancia, y donde vagabundear para sobrevivir
(ocupación oficial de su personaje) puede resultar una actividad, además de
necesaria, placentera y hasta divertida.
Así, Chaplin construyó a su gran
personaje: “Charlot”, este vagabundo ingenuo y sentimental vestido de gentleman
que busca mejorar su vida sin lograrlo NUNCA… y en esa búsqueda, pues le pasan
cosas (como no): situaciones deliciosamente diversas en las que nos hace reír
con su toque tragicómico, critico y sutilmente conmovedor.
“Tiempos modernos” comienza con su vida como un
obrero en la fábrica, quien no soporta la presión de la rutina mecanizada en la
que su función es ser una pieza mas de los engranajes del sistema de producción
en serie. Se ha vuelto loco, dicen. “Recuperado de una depresión nerviosa, pero
sin trabajo, sale del hospital para empezar una nueva vida”. En la calle. El
azar, la cárcel, y de nuevo la calle.
En “El Pibe” podemos verlo inventarse
el trabajo de las formas mas creativas y amorales. Siempre un poco de hambre
verdadero. Siempre un gesto de ternura. Siempre una sonrisa y un digno
silencio.
En paralelo con este personaje tierno
y cómico del cine, está el Chaplin real, perseguido por el conservadurismo
americano que, en la guerra fría, lo acusara de comunista, y hasta de pedófilo,
inventando todo tipo de escándalos con tal de encarcelar a este espíritu libre.
Sus ideas progresistas enfurecían a los puritanos, para quienes es incómodo que
los espíritus libres permanezcan libres. Hollywood lo termina expulsando.
Exiliado en Suiza, se dedica a
musicalizar sus películas mudas. A pesar de la arremetida del cine sonoro, Charlot nunca habló, pues Chaplin siempre defendió la belleza del silencio como
su poderoso medio de expresión, su única forma de protesta ante el mundo que
le tocó observar.
El cine de
Chaplin nos enseña que en medio del estrés de la vida moderna siempre puede
haber espacio para la aventura y la libertad. Que podemos crear ciudades no
solo para producir dinero con eficiencia, sino también para vivir, para estar, para
recorrer con libertad… para que sucedan cosas: CIUDADES PARA EL VAGABUNDO, en todo el buen sentido “chaplinesco”
de la palabra.
Mural
en FITECA 2008 (La Balanza, Comas)
* Es
conveniente aclarar que con el témino vagabundo no me refiere a un simple vago
que no trabaja, sino al “errabundo” situacionista o al “flaneur” literario, que
se mueve por la ciudad con un sentido errático, a la deriva, ejerciendo la
libertad del andar en el espacio.
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